El día después del final de Ascó

¿Qué pasaría si la central nuclear de Ascó se quedara sin "electricidad" y por una cadena de acontecimientos se perdiera el control de la fisión atómica en el reactor? Pues lo que pasaría es lo que ha sucedido en Fukushima: fusión del núcleo (total o parcial), pérdida de contención de la radiactividad en las piscinas de almacenamiento del combustible nuclear "gastado" pero de alta radiactividad... en definitiva, dispersión masiva de radiactividad a la atmosfera.

Greenpeace junto con otras entidades han simulado como sería la contaminación radioactiva en el caso de un accidente nuclear grave en la central de Ascó (Tarragona). El estudio ha sido realizado por la Universidad de Ciencias Naturales de Viena (BOKU) en colaboración con el Instituto Austriaco de Ecología (Ökologie Institut) en el que se presentan, de forma visual, diversos escenarios sobre cómo se dispersaría la radiación en el caso de que esta central nuclear de Tarragona sufriese un grave accidente nuclear.

Las condiciones climatológicas en el momento son esenciales para valorar los daños de la contaminación sobre la población durante un accidente nuclear. Los vientos  y las condiciones atmosféricas en los días posteriores determinan qué regiones se verán afectadas, y en qué grado, a consecuencia de la liberación masiva de material radiactivo de alta actividad. Como se ha visto en el accidente de Japón en mayo de 2011, la radiactividad puede viajar por el aire cientos de kilómetros, representando una amenaza para aquellos que inhalan ese aire radiactivo, y pudiendo contaminar extensas áreas de terreno. Las partículas radicativas en el aire con la lluvia, o simplemente por deposición, se fijan en el suelo, en las plantas, en las paredes de los edificios, etc., pudiendo requerir la evacuación de la población que se ve expuesta a la contaminación radiactiva. Éste ha sido el caso de la zona de exclusión alrededor de la central nuclear de Fukushima y de otras localidades afectadas, aunque hayan quedado fuera de la zona evacuada.

En esta simulación se reproduce el avance de la nube radiactiva si el accidente se hubiese producido el 1 de junio de 1995 en la central nuclear de Ascó. Los cálculos han sido realizados con los datos meteorológicos de aquel año.

Simulación de la dispersión radioactiva de un accidente en la central nuclear de Ascó.

Las condiciones climatológicas durante un accidente nuclear y en los días posteriores determinan qué regiones se verán afectadas y en qué grado, a consecuencia de la liberación de material radiactivo. Como se ha visto en el accidente de Japón, la radiactividad liberada a la atmósfera por la rotura de las estructuras de contención de los edificios de la central puede viajar por el aire cientos de kilómetros. La cantidad de radiactividad que se fije sobre les áreas afectadas son las que oficialmente determinan la llamada zona de exclusión, pero recordemos que las autoridades gubernamentales tienden a subir los límites de exposición máxima para la salud humana para reducir el alcance de la zona a evacuar. Esto es lo que ha sucedido en el caso de la central nuclear de Fukushima: someter a mayor riesgo a la población para reducir los costes económicos del accidente.

 Mapa 1: Concentración de yodo radiactivo asimilada por el aire.

Interpretación del mapa 1: el yodo radiactivo (isótopo de yodo-131) cuando es inhalado se acumula en la glándula tiroides pudiendo producir cáncer de tiroides. Para evitar su acumulación y la irradiación interna que produce, los protocolos de intervención en caso de accidente nuclear, contemplan el suministro de tabletas de yodo a la población afectada. Su ingesta produce la saturación de la glándula tiroides con yodo estable (no radiactivo), lo que impide la asimilación del yodo radiactivo. En las áreas en verde sería necesaria tomar tabletas de yodo por la población infantil. En las áreas en amarillo-naranja-rojo sería la población adulta la que tendría que tomar tabletas de yodo.

Mapa 2: Distribución de radiactividad depositada por cesio-137.

Interpretación del mapa 2: en caso de accidente nuclear existe el riesgo de que extensas áreas de terreno queden contaminadas por isótopos de cesio-137 durante un largo periodo de tiempo. Si la contaminación excede determinados niveles, el área puede convertirse en inhabitable o puede requerir trabajos de descontaminación. Los materiales radiactivos depositados en el suelo o en la vegetación pueden, así mismo, entrar en la cadena trófica y tener un impacto indirecto en los humanos y los ecosistemas.

En este segundo mapa las áreas en amarillo son zonas en las que se alcanza una dosis de radiación entorno al límite máximo establecido por la legislación vigente de 1 milisievert al año (1 mSv/año). Pero en esta área la población podría acumular dosis de 5 mSv. Sería recomendable la evacuación.

La conclusión ante el panorama y los riesgos que entraña el uso de la energía nuclear es obvia: no hay que esperar a que pueda ocurrir un accidente nuclear. ¡Cerremos YA las nucleares! En España la electricidad de generación nuclear es de apenas un 8 % del total instalado de producción eléctrica. Por tanto, es técnica y económicamente posible reemplazarla esta electricidad de origen nuclear por energías renovables. Un accidente nuclear grave, como el que ha sucedido en Japón, es posible en España y las consecuencias de esta simulación de dispersión de la radiactividad por el territorio español son, a todas luces, devastadoras. Alemania ha aprendido la lección después de los graves accidentes de Chernóbyl, Harrisburg y Fukushima, y ya ha definido un calendario de cierre de todas sus centrales atómicas. ¿Necesitamos que ocurra otro accidente para tomar la decisión correcta?

Fuente original de este artículo: Greenpeace.

Modificado
09/02/2017

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