Se necesita un giro copernicano



Se necesita un giro copernicano
Alerta 23 - 2009
Cuando las observaciones ya no apoyan a la teoría, es hora de cambiar la teoría: lo que el historiador de la ciencia Thomas Kuhn llama un cambio de paradigma. Si la economía es un subconjunto del ecosistema de la Tierra, la única formulación de la política económica que tendrá éxito será una que respete los principios de ecología.


Del mismo modo en que Copérnico tuvo que formular una nueva visión del mundo astronómico, después de varias décadas de observar el cielo y de cálculos matemáticos, debemos formular también una nueva visión del mundo económico basado en varias décadas de observaciones y de análisis ambientales.


Si el funcionamiento del subsistema, la economía, no es compatible con el comportamiento del sistema más grande —el ecosistema de la Tierra—, ambos sufrirán en un momento dado.


La teoría económica y los indicadores económicos no explican cómo la economía está desequilibrando y destruyendo los sistemas naturales de la Tierra.


Al comprar un litro de gasolina, los clientes, en efecto, pagan la extracción del petróleo del interior de la Tierra, el refinado y la entrega a la estación de gasolina local. Pero no pagan los costes del cuidado médico de tratar enfermedades respiratorias causadas por la contaminación atmosférica o los costes de desequilibrar el clima.


Una economía ambientalmente sostenible —una eco-economía— requiere que los economistas y los ecologistas trabajen juntos para formar la nueva economía.

Julio, 2009. En 1543, el astrónomo polaco Nicolás Copérnico publicó “Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes”, donde desafió la visión de que el Sol giraba alrededor de la Tierra, sosteniendo en su lugar que la Tierra giraba alrededor del Sol. Con su nuevo modelo de Sistema Solar, comenzó una vasta discusión entre científicos, teólogos y otros. Su alternativa al modelo ptolemaico anterior, que colocaba a la Tierra en el centro del Universo, llevó a una revolución en el pensamiento, a una nueva visión del mundo.

Volver a pensar la economía
Hoy necesitamos un cambio similar en nuestra visión del mundo, en cómo pensamos en la relación entre la Tierra y la economía. La cuestión clave ahora no es qué esfera celeste gira alrededor de otra, sino si el medio ambiente es una parte de la economía o la economía es una parte del medio ambiente. Los economistas ven el medio ambiente como un subconjunto de la economía. Los ecologistas, por su parte, ven la economía como un subconjunto del medio ambiente.

Como la opinión de Ptolomeo de el Sistema Solar, la opinión de los economistas está confundiendo los esfuerzos para entender el mundo moderno. Ha creado una economía que está fuera de sintonía con el ecosistema del cual depende.

La teoría económica y los indicadores económicos no explican cómo la economía está desequilibrando y destruyendo los sistemas naturales de la Tierra. La teoría económica no explica por qué el hielo marino ártico se está derritiendo. No explica por qué los prados se están convirtiendo en desiertos en el noroeste de China, por qué los arrecifes coralinos están muriendo en el Pacífico Sur o por qué se colapsó la industria pesquera del bacalao de Terranova. Tampoco explica por qué estamos en el inicio de la mayor extinción de plantas y de animales desde que los dinosaurios desaparecieron hace 65 millones de años. Con todo, la economía es esencial para la medir los costes de estos excesos para la sociedad.

Un sistema económico en conflicto con el ecosistema natural
Las pruebas de que la economía está en conflicto con los sistemas naturales de la Tierra se pueden observar a diario en los informes de noticias sobre industrias pesqueras que se colapsan, sobre bosques que encogen, sobre suelos que se erosionan, sobre tierras para pasto que se deterioran, sobre desiertos que se extienden, sobre los crecientes niveles atmosféricos de dióxido de carbono, sobre niveles freáticos que bajan, sobre el incremento de las temperaturas, sobre tormentas más destructivas, sobre glaciares que se derriten, sobre el aumento del nivel del mar, sobre los arrecifes coralinos que mueren y sobre especies que desaparecen. Estas tendencias, que marcan una relación cada vez más tensionada entre la economía y el ecosistema de la Tierra, están cobrando un peaje económico creciente. Llegado a un cierto punto, esto podría saturar los esfuerzos de progreso a nivel mundial y llevar a un declive económico.

Estas tendencias cada vez más visibles indican que si el funcionamiento del subsistema, la economía, no es compatible con el comportamiento del sistema más grande, el ecosistema de la Tierra, ambos sufrirán en un momento dado. Los acontecimientos recientes en los sistemas económicos y financieros hacen que uno se pregunte si no estamos comenzando a ver los efectos de una economía que supera su base natural. Cuanto más grande llega a ser la economía en relación al ecosistema, y cuanto más presiona contra los límites naturales de la Tierra, más destructiva será esta incompatibilidad. El desafío para nuestra generación es invertir estas tendencias antes de que el deterioro ambiental lleve al declive económico a largo plazo, como sucedió a tantas civilizaciones anteriores.

La eco-economía
Una economía ambientalmente sostenible —una eco-economía— requiere que los principios de la ecología establezcan el marco para la formulación de la política económica y que los economistas y los ecologistas trabajen juntos para formar la nueva economía. Los ecologistas entienden que toda la actividad económica, de hecho, toda la vida, depende del ecosistema de la Tierra: ese complejo de especies individuales que viven juntas, interactuando entre ellas y  con su hábitat físico. Estos millones de especies existen en un equilibrio intrincado, tejido y unido gracias a las cadenas alimentarias, los ciclos de nutrientes, el ciclo hidrológico y el sistema climático. Los economistas saben traducir los objetivos en políticas. Los economistas y los ecologistas que trabajan juntos pueden diseñar y construir una eco-economía, una que pueda sostener el progreso.

Del mismo modo en que el reconocimiento de que la Tierra no era el centro del Sistema Solar marcó una etapa para los avances en la astronomía, la física y las ciencias relacionadas, el reconocimiento de que la economía no es el centro de nuestro mundo crea las condiciones para sostener el progreso económico y mejorar la condición humana. Después de que Copérnico conformara su revolucionaria teoría, había dos visiones del mundo muy diferentes. Los que conservaron la visión ptolemaica del mundo vieron un mundo, y los que aceptaron la visión copernicana vieron otro absolutamente distinto. Y esto es igual de cierto hoy para las dispares visiones de economistas y ecologistas.

Dos visiones del mundo incompatibles
Estas diferencias entre la ecología y la economía son fundamentales. Por ejemplo, los ecologistas se preocupan de los límites, mientras que los economistas tienden a no reconocer ese tipo de obligaciones. Los ecologistas, tomando las indicaciones de la Naturaleza, piensan en términos de ciclos, mientras que los economistas son más probables a pensar de modo lineal, o curvilíneo. Los economistas tienen una gran fe en el mercado, mientras que los ecologistas a menudo no son capaces de aprecian el mercado adecuadamente.

La separación entre los economistas y los ecologistas en su opinión del mundo a principios del siglo XXI no podría ser mayor. Los economistas miraron el crecimiento sin precedentes de la economía global, del comercio internacional y de la inversión y pronosticaron un futuro prometedor con más de lo mismo. Observaron con un orgullo justificado un crecimiento de la economía de siete veces desde 1950, que pasó de un rendimiento de 6.000 millones de dólares en bienes y servicios a 43.000 millones en 2000, e impulsó la calidad de vida a unos niveles jamás soñados. Los ecologistas miraron ese mismo crecimiento y se dieron cuenta de que era el producto de quemar cantidades inmensas de unos artificialmente baratos combustibles fósiles, un proceso que desestabiliza el clima. Anticiparon que se verían olas de un calor más intenso, tormentas más destructivas, la fusión de los casquetes polares y el aumento del nivel del mar, que encogerían el área terrestre incluso mientras la población seguiría creciendo. Mientras que los economistas vieron indicadores económicos florecientes, los ecologistas vieron una economía que está alterando el clima con consecuencias increíbles. Los economistas confían en el mercado para dirigir su toma de decisiones. Respetan el mercado porque puede asignar recursos con una eficacia que un planificador central nunca puede igualar (como los soviéticos aprendieron, a un elevado coste). Los ecologistas miran el mercado con menos reverencia, porque ven un mercado que no está diciendo la verdad. Por ejemplo, al comprar un litro de gasolina, los clientes, en efecto, pagan la extracción del petróleo del interior de la Tierra, el refinado y la entrega a la estación de gasolina local. Pero no pagan los costes del cuidado médico de tratar enfermedades respiratorias causadas por la contaminación atmosférica o los costes de desequilibrar el clima. Hemos creado una economía que está en conflicto con sus sistemas de apoyo, una que es rápida agotando el capital natural de la Tierra, llevando la economía global por una trayectoria ambiental que llevará inevitablemente al declive económico. Esta economía no puede sostener el progreso económico; no puede llevarnos donde queremos ir. Del mismo modo en que Copérnico tuvo que formular una nueva visión del mundo astronómico después de varias décadas de observar el cielo y de cálculos matemáticos, debemos formular también una nueva visión del mundo económico basado en varias décadas de observaciones y de análisis ambientales. Una relación estable entre la economía y el ecosistema de la Tierra es esencial para conseguir que el progreso económico pueda ser sostenido.

Un necesario cambio de paradigma
Aunque la idea de que la economía debe ser integrada en la ecología pueda parecer radical a muchos, las evidencias muestran que es el único enfoque que refleja la realidad. Cuando las observaciones ya no apoyan a la teoría, es hora de cambiar la teoría: lo que el historiador de la ciencia Thomas Kuhn llama un cambio de paradigma. Si la economía es un subconjunto del ecosistema de la Tierra, la única formulación de la política económica que tendrá éxito será una que respete los principios de ecología. La buena noticia es que los economistas cada vez son más conscientes ambientalmente y reconocen la dependencia inherente de la economía del ecosistema de la Tierra. Por ejemplo, unos 2.500 economistas —incluyendo ocho premios Nobel— han apoyado la introducción de un impuesto sobre el carbono para estabilizar el clima. Los economistas, cada vez más, están buscando maneras de conseguir que el mercado pueda explicar la verdad ecológica.

El modelo económico industrial existente no puede sostener el progreso económico. En nuestros esfuerzos miopes para sostener la economía global, tal y como se estructura actualmente, estamos agotando el capital natural de la Tierra. Dedicamos mucho tiempo a la preocupación sobre nuestros déficits económicos, pero son los déficits ecológicos los que amenazan nuestro futuro económico a largo plazo. Los déficits económicos son los que pedimos prestados de unos a otros; los déficits ecológicos son los que tomamos de las futuras generaciones.

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Adaptado del capítulo 1, “The Economy and the Earth,” en el libro de Lester R. Brown, Eco-Economy: Building an Economy for the Earth (New York: W.W. Norton & Company, 2001), disponible en www.earthpolicy.org/Books/Eco/index.htm.


Lester Brown - Earth Policy Institute
www.earth-policy.org


Modificado
09/02/2017

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