A rebufo de la revolución

Alguien pone letra a los sueños y estos simplemente toman sus propias canciones. Hace un año, el biciartista Òscar Patsí publicaba La revolución de las mariposas. No era un libro para ganar dinero ni tampoco un pronto de su ego. Simplemente aceptó que sus amigos de combate tramaran convertir los artículos de su blog terminado en un legado común para compartir.

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Òscar Patsí presentando su obra La revolución de las mariposas. Aunque ahora su cabeza está ya en la siguiente: Hospitalia, doble malta. Foto: Fundación Tierra.

La revolución de las mariposas es el testimonio de alguién que hace más de 20 años se subió a una bicicleta para ir al trabajo y ya no bajarse. Porqué en palabras de Patsí, uno es una mariposa no cuando toma la bici los fines de semana ni para ir a comprar el pan sino cuando va en bicicleta al trabajo. A partir de este momento, explica el autor, todo cambia en la vida de la "mariposa". Esta visión la volvió a recordar recientemente en una nueva presentación tras un año de que el libro esté en las librerías. Tras un año en el que además se ha impreso una edición especial para México. Un año en el que la revolución de las mariposas  llegó a Colombia, Chile, Estados Unidos, Reino Unido, Venezuela y las islas Baleares. Y durante todo este tiempo la obra ha formado parte de la lista de libros recomendados por “Le Monde” y la revista “Integral”, tomó la contraportada de "La Vanguardia" y fue invitada al ”Velocity” de Sevilla.

Cada día voy al trabajo en bici y me gusta saborear el aire fresco a la velocidad de las mariposas, a esta velocidad en la que el paisaje se transforma en parte del alma de uno mismo, aunque este sea una mezcla de pestilento asfalto aromatizado con oxígeno fresco expelido por el arbolado viario. En este viaje de unos cuarenta minutos diarios mariposeando uno se cruza con los ciclistas habituales que también recorren este itinerario. Unos en sentido inverso y otros simplemente alcanzados  porqué vuelan más lentamente. Mi bici es una máquina portentosa, capaz de alcanzar los 35 kmh en plano y equipada con tecnología saludable, y sin embargo, es una mariposa casi tan discreta como la Polyommatus icarus.

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Sentado sobre un vetusto portaequipajes, las piernas colgando mientras la rueda gira y aún así agarrado con amor a su mariposa-madre, aunque su mamá no sea consciente de que a su espalda lleva lo más amado de forma peligrosa. Foto: Fundación Tierra.

Cada día me cruzo con mariposas de todos los colores y medidas. Las que más me agradan, lo confieso, son las mariposas-madre. Es un género de mariposas que me emociona, quizás porque nunca tuve la oportunidad de ser hijo de una mariposa-madre. Pero también es cierto, que algunas, no por jóvenes y bellas, también me ponen los pelos de punta.

Las niñas y los niños son casi inmortales, capaces de resistir sin comer lo impensable y de resucitar de los porrazos más espectaculares. Pero también son frágiles y su atención a veces les traiciona como para quedar fuera de juego. Por este motivo, cuando se coloca a una niña o un niño en un vehículo, incluso de dos ruedas, la experiencia nos ha enseñado que se han de tomar medidas extras de seguridad. Incluso sentados en una bicicleta hay que tener en consideración algunas precauciones que no siempre son obvias.

Las sillitas para llevar niños/as en bicicleta ya sea en la parte trasera o delantera deben cumplir con unas medidas de seguridad mínimas. Pero esto es algo que no todos los progenitores tienen en cuenta, lo cual me crea una sensación de frustración. Por un lado celebro que haya mariposas-madre y mariposas-padre, por el otro me entristece que no sean capaces de considerar que llevar a tus pequeñines en bici, con seguridad y comodidad. es el mejor regalo que les podemos hacer cada día tras darles el beso de buendía. Así que un día me cruzo con una mariposa-madre inconsciente y al día siguiente me asalta una mariposa-madre monarca con todo su esplendor y el fruto de su vientre llevado con un amor aúreo imposible de definir.

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Ujna mariposa-madre monarca llevando con elegancia el fruto de su vientre con amor por un futuro mejor. Foto: Fundación Tierra.

La miro con atención, no le veo los ojos, pero puedo ver que su vista está centrada en su pequeña criatura colocada con esmero celestial dentro de la carroza con la que la lleva a la guardería infanil. En este triciclo, que  algunas personas pueden pensar que es un lujo por el precio, es en realidad un ingenio fascinante diseñado para la mayor seguridad y la comodidad no sólo para los progenitores que conducen al triciclo sino también para el pequeño pasajero. He conducido el kangaroo llevando pequeñines e incluso algún adulto poco pesado; y la sensación que expresan todos ellos al bajarse es de una alegría rebosante que se les sale por la comisura de los labios aunque no quieran.

Sentir como el mundo se mueve estando uno dentro de la carroza de un triciclo para niños es probablemente lo más parecido a sentirse en el altar de la Vida. Así que mientras mis sueños se desvanecen tras la esquina en la que se pierde calles arriba la mariposa-madre monarca, me queda la ilusión de que entre las mariposas que hacen la revolución con su bicicleta a diario tomen conciencia de saber que llevar a los niños/as con seguridad y de forma emotiva al cole. Porque sin duda, un mariposa-madre o mariposa-padre pedaleando prepara a sus vástagos para la Vida como el mejor elixir que se les pueda ofrecer. Y es que como dice Òscar Patsí, la elegancia y la constancia son la cara y la cruz de una revolución que sólo es posible desde el compromiso personal de subirse a los pedales para ir a trabajar, porque a cada pedaleo la rueda de la vida se vuelve más obstinada para resistir el combate del neoliberalismo y la injusticia que nos pisa los talones.

Modificado
09/02/2017

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