Tiempos de cambio

Nací 100 años después de la creación de la caja de ahorros en mi ciudad natal. Y 50 años más tarde, cuando celebraban que cumplían 150 años por todo lo alto, poco podían imaginar durante los festejos que unos meses después ya entrado el 2010 desaparecerían para disolverse en un conglomerado de otras entidades con un nombre que ya nunca será el de la ciudad que la vio nacer.

A veces, en la vida suceden cosas así. Lo que nos parecía que nunca cambiaría lo hace de sopetón, empezando por realidades políticas como el muro del Berlín en el 1989 o por avatares incongruentes como el atentado contra las torres gemelas de Nueva York en el 2001.

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A veces imaginamos la vida como algo inmutable. Foto: Joan Dolcet.

Muchas veces nos imaginamos la vida como algo inmutable, que siempre estará ahí, pero de pronto desaparece y nos quedamos atónitos, pero resulta que, aunque las principales enseñanzas vitales hayan desaparecido de nuestra educación, el Universo es una permanente metamorfosis que hay que disfrutar de cada estado, pues puede que al siguiente no lleguemos.

A través de los medios de comunicación nos bombardean con noticias que habitualmente resaltan el ámbito más oscuro de la civilización humana, a pesar de que es la minoría. Y de este modo y a base de insistencia, de programas televisivos basura, de reality shows, hemos acabado creyendo que la minoría violenta es nuestra razón de ser, algo consustancial a la condición humana. Pero no es así.

Cada año dejamos a tras cosas apreciadas y personas amadas, que jamás volveremos a tener. Cada año se incorporan nuevos seres vivos para recordarnos que esto es sólo un camino y no una plaza de parking. Concientes de este camino, una mayoría silenciosa intenta buscar el lado edificante de la Vida. De construir una nueva sociedad independiente del materialismo consumista y todo lo que este conlleva.

En el 2010 se perdieron muchos logros sociales víctimas de las estratajemas del poder financiero que nos somete a su dictadura por el bien de lo “privado” y la “rentabilidad”. Un sistema enajenador donde el Producto Interior Bruto mejora cuando una catástrofe natural o artificial azota a un país entero. Un sistema que pretende que trabajemos hasta los 67 años cuando mucho antes de los 50 si uno se queda sin empleo no encuentra nada para ser útil a su sociedad. Un sistema que nos está haciendo pagar entre todos los abusos de la banca y de las grandes corporaciones energéticas. Un sistema que en nombre del libre mercado y con el espejismo de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones nos uniformiza para que perdamos toda identidad humana y seamos simples consumidores sin fronteras.

Una mantis religiosa depredando sobre una avispa. Una buena metáfora de lo que el mercado hará con todos nosotros si no pasamos a la acción. Foto: Joan Dolcet.

Frente a estas realidades más bien deprimentes, nos queda una única arma, la de la desobediencia y la implicación de toda la ciudadanía para decir que otra forma de vida es posible. Es cierto que estamos cada vez más alienados, pero también nunca antes la empatía colectiva había sido tan fuerte. Y hay que refortalecerla. Y en esto las ONG y la ciudadanía en general podemos colaborar. Tenemos buenas historias que contar, de solidaridad, de fraternidad, de igualdad. Esforzarse para ser mejores personas cada día, nos impulsa a reveritr el caos que se nos va imponiendo. Con visión de sensatez, cordura y participación colectiva se avanza hacia a una realidad menos materialista que los medios de comunicación se afanan para esconder.

Seremos el cambio que queramos ver en nosotros mismos. Cambiar nosotros para que el mundo cambie. Abandonar el materialismo consumista para construir a través de las miles de organizaciones sociales, diversas pero también respetuosas con el resto de sensibilidades. Tenemos un año por delante, como siempre, para comprometernos. Basta con querer.

 

Modificado
09/02/2017

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