Tres días en Granada (III)




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Tres días en Granada (III)

 
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1. Juande informando sobre pistas de animales
2. Cosechando ricos manjares silvestres: moras dulzonas
3. Bea recitando por la Paz
4. Una bicicleta plegable simpre da de sí. 



 


 


Algunos de los compis han sucumbido a la magia de la Granada nocturna, y los que me acompañaban en la habitación del albergue, han dao ejemplo de ello.
Lo que me cuesta entender es como al cabo de 3 horas, eso si algo perezosos, estaban dando botes de nuevo preparados para salir de paseo.

Un dato, si vienes a Granada y precisas de alojamiento, me atrevo a recomendar el albergue juvenil, a 10 minutillos de la estación del tren, ¡¡oleeé¡¡ y con un autobús urbano que te lleva seguro donde quieras ir... ¡¡reoleeé¡¡, aunque si te traes la bici ...¡¡requetereoleeé¡¡

Del todo recomendable el uso de este alojamiento por decente, económico y animado. Para ello precisaras del carnet del alberguista, que lo puedes obtener allá mismo o en cualquier otro albergue y que si eres joven con menos de 30 te cuesta 5€ y si eres también joven, pero con más de 30, apoquinas 11€, pero ojo que te sirve para todo el año. La habitación compartida en caso de lleno, te puede costar entre 9 y 18 euros, depende de la temporada y otra vez de la edad. Mira aquí, sobre los albergues del sur, y atención que hay muchos, igual uno por ciudad y en zona de destacado interés cultural. Y lo bueno aunque es poca la experiencia de alberguista que tengo, es que suelen estar cerquita del transporte público.

Hoy ha tocado excursión. El lugar elegido ha sido el Parque Natural de Sierra de Huétor, un espacio protegido por la Junta de Andalucía que dista de Granada algo más de 15 kilómetros y que es valorado como una autentica escuela de la Naturaleza por su interés educativo y recreativo.
El punto de partida de la ruta del colectivo de activista de Greenpeace ha sido el Centro de Visitantes de Puerto Lobo, situado en el término de la localidad de Víznar. El Parque comprende un conjunto de sierras de rocas calizas que han originado un relieve donde se alternan escarpes, barrancos, tajos y arroyos que dan lugar a una gran variedad de ecosistemas donde viven y pululan numerosas especies vegetales y animales.

Tengo desde hace un tiempo una especial necesidad de acercamiento a la naturaleza y a sus ritmos. Ha sido un acierto participar en la caminata colectiva hoy por una senda cubierta por bosquecillos de pinar y curiosos cedros de repoblación, algunos quejigares, matorrales y plantas de tomillo, entre otras muchas. Juande, nuestro guía local, se ha preocupado en ir descubriendo señales no humanas de los habitantes de la zona. En paradas imprevistas y con los restos orgánicos de algún animal nos ha comentado curiosidades sobre el tipo de alimentación y la posición estratégica que las cacas ocupan en el territorio. Por ejemplo, el zorro gusta de moverse por los caminos siempre marcando la zona y buscando sitio destacado para dejar su cita olorosa, como puede ser encima de pequeños matorrales o rocas. El de hoy, no había duda de que ayer se había hinchao de higos.

Y no por los caminos, pero sí no lejos de ellos, nos han dicho los guías activistas que se puede encontrar alguna cabra montesa y alguna viajera familia de jabalís; también la gineta, de la cual se ha discutido sobre si era suya o de una garduña una de las cacas encontrada en el camino. Y hasta el gato montés corre por la zona, donde los topillos, tejones y hasta el lirón careto hacen de las suyas. Siempre que oigo lirón careto me acuerdo de forma automática de aquel hombre que tanto hizo por lo vivo, Feliz Rodríguez de la Fuente. La melodía en la TV del Hombre y la Tierra nunca la podré olvidar y tampoco la pasión con la que mi padre llegaba corriendo del kurro para no perderse el capítulo. Se escaparon lágrimas, aquella mañana de domingo familiar hace ya tanto tiempo.

Bueno, lo que no hemos visto es ningún reptil, pero nos han dicho que varias especies que gustan de la zona: lagartijas, culebra de escalera y la culebra bastarda, así como la más pequeña pero algo traviesa si se la molesta, la víbora hocicuda. A los insectos no se le ha dedicado rato, y menos a hongos y bacterias, pero es maravilloso sentirse y disfrutarse un espacio menos domesticado y que usan, en el viven y conviven cientos de otras especies que nos acompañan.

Al paso por una zona de zarzas cargadas hasta los topes de moras en su punto, una parte de los caminantes se han lanzao con pasión a disfrutar de los sabores silvestres. Mientras me estaba zampando mi dosis una voz desde atrás anunciaba algo evidente, ¡¡chic@s, no cojáis las moras bajas, que aunque cómodas igual están bañadas por la meadas de algún animal, generalmente de los de dos patas¡¡. No he dudado del zorrillo comentado, que creo que no tendrá por habito mear hacia lo alto. En fin, que con o sin, me he disfrutado unas ricas moras cogidas de la zona más cómoda y he apuntado el dato sugerido para las próximas ocasiones.
La mente, sólo por breves momentos, me ha llevado a una obra que estoy leyendo, donde se alaba la vida en la naturaleza y todo lo que esta pone a nuestra disposición.

Uno de los cerros del Parque ha sido el destino elegido, por varias razones. Una es el rapel que se ha instalado para que una parte de los compañeros interesados en el ritual de dejarse deslizar por unas cuerdas pudiesen probar la experiencia. La otra ha tenido que ver con una evocación a la Paz.
El cerro, que en tiempos de guerra fue estratégico, está urbanizado por una trinchera impresionante, construida con la roca caliza sacada a la tierra allá mismo. En aquellos años tan duros he imaginado a los humanos deambulando desde una orientación a otra y vigilando la entrada a la ciudad por las carreteras visibles, labor importante sin duda... leches con todas las guerras!.

Eso sí, la vista es suprema, la vertiente norte de la Sierra Nevada, con el Mulhacén y el Veleta impresionantes y la población de Viznar afeada por la cantera interpuesta en la visual, le dan vértigo al vistazo. En las ruinas de lo que fue una pequeña habitación nos ha regalado unos versos y palabras que mezclaban a Lorca, poeta activista con muerte injusta como tantas y quizás en algún sitio de la visual de este lugar. También ha sonado Alberti, poeta del pueblo y la palabra Paz, que de sus bocas y de las de las mayorías tantas veces se ha como gritado. Gracias Bea.

Quizás sean a no más de 30 km en línea recta y dirección norte,  donde se encuentra un lugar muy especial para mí. Aunque uno se siente ciudadano de un pequeño planeta, los lugares donde tus padres nacieron, corrieron y jugaron, crecieron y se amaron no pasan desapercibidos. He querido sentir hoy en el cerro la cercanía de los míos, los temores de aquellos años que tenían a este lugar activo, el zumbido de los tiros y el miedo del agricultor honesto. Me he quedao como esperando oír los tiros del odio hacia el contrario, me alegra no haberlos escuchado.

Ya de retorno, me han comentado y he podido ver, en una zona de recuperación de aves, a una representación de las que dominan los cielos del lugar, el águila real, el azor, el búho real, el gavilán, la águila calzada, el mochuelo  y el cárabo. Y sus parientes menos voluminosos, del lugar, como son el mirlo, el petirrojo, el mosquitero, lar perdices y los arrendajos, entre otros.

Y como todo lo bueno tiene que acabar para que lo cotidiano pueda disponer de espacios, la despedida del grupo humano que ha "Bajado al Sur"  la hemos realizado en el parking del centro de visitantes. Y ha costado irse.
Cuatro horas de espera para coger el admirado Tren TALGO Hotel, pero esta vez en litera, me han sabido a gloria. El andén principal de la estación del tren para mi solo por intervalos, el cielo cubierto por un sol escapándose de las nubes en su camino final en el oeste: una puesta de sol espectacular. La Alhambra colgada a media altura de mi vista y disfrutándola desde mi butacón de hierro.

La prensa del día con un lamento. Se ha ido John Seymour como se van los humanos, pero este amable ecologista no dudo que se lo hubiera pasado de lo lindo en la excursión de esta mañana. Él nos habría contado trucos para la vida autosuficiente y por el camino hubiesen sido muchas más cosas las conocidas. El responsable de la campaña de transgénicos de Greenpeace seguro que le hubiese gustado al igual que al resto, estar al lado de un activista de primer nivel en esa lucha, y con 90 años todavía activo. No dudo que habríamos tomado nota de algunos consejos de sus más de 40 libros pero de uno en especial, publicado hace 30 años y del que se han vendido un millón de ejemplares en 20 idiomas, aquí El Horticultor Autosuficiente, que a tantos ilusionados por una forma de vivir más simple les ha deparado buenos ratos y duras pruebas. Dedicó su vida a las  labores del campo y defendió siempre un progreso asentado en los valores de cuando éramos cazadores-recolectores. Y quien sabe, hoy quizás nuestras sociedades serían mucho más eficaces y justas si la evolución sostenible de ese modelo hubiese regido.
Siempre abrió sus casas a visitantes y estudiantes de toda procedencia, lo importante no era de donde sino hacer algo por la vida sostenible. Hoy sus colegas mantienen y fomentan sus teorías y filosofía en la Escuela para la Vida Autosuficiente en un bello rincón de Irlanda.
Hoy en la despedida, John Seymour nos hubiera animado a seguir con fuerza trabajando por un mundo más justo, ecológico y positivo.

Si te has leído los diarios pasados habrás observado que la bici no se ha venido conmigo de excursión. Sobre las ventajas que tiene viajar con una bicicleta plegable Dahon, échale un vistazo a la foto de abajo.

Hasta pronto Granada, hasta siempre John Seymour.


¿Porqué éste diario?


Modificado
09/02/2017

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