Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas





Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas
Pintada en Colombia
Ni hay paisaje sin cielo ni cada paisaje tiene su cielo. El problema es que caminamos erguidos y ante nuestra preocupación por no tropezar miramos más al cielo que no al entorno que nos rodea. Y mucho menos levantamos la cabeza para contemplar la inmensa cúpula que nos envuelve, el cielo protector que nos abraza. Entre el cielo y el suelo nos separan tan sólo ciento ochenta grados, pero nuestra vista apunta al frente en la línea del horizonte y todos nuestros referentes se encuentran por debajo de este y hacia el suelo. A veces, se levanta ligeramente algún elemento, unos árboles, unas montañas, unos edificios. Pero raramente, estos nos caen encima desde la mitad celeste. Pero esta bóveda incorpórea y volátil que llamamos cielo es la que nos aporta la luz que nos deja ver debajo de la altura de nuestros ojos. Del coloso azul que nos arropa fluye la luz que influye en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Las sombras, los colores, las tonalidades, en cada una de nuestras percepciones, varía según la luz que recibe un paisaje, nosotros mismos. A veces podemos sentir como un mismo paisaje se desvanece por qué simplemente ha sido envuelto por una bruma. Aunque la luz si bien tiene su espacio también tiene su tiempo. Y el tiempo de la oscuridad ocupa igualmente esta mitad entre el suelo y el cielo. La noche es esta mitad del cielo sin luz en la cual la magia de la nocturnidad transforma todas las formas y texturas para que se reduzcan a simples siluetas. Pero si la luz nos da el bullicio vital, la oscuridad nos trae el silencio, aunque no para todos. Como en toda esfera, hay arriba y abajo según desde el ángulo que se mire. La noche también está viva y entre las sombras planean y pululan todo tipo de criaturas capaces de sacarle a la no luz su propio paisaje. La plenitud existencial de la Tierra es precisamente el apareamiento amoroso entre el día y la noche. Hoy vivimos de espaldas a la oscuridad porqué hemos creado nuestra propia luz artificial, aunque no para todos. Bajo la iluminación de la oscuridad nocturna nuestra vista vuelve a huir del firmamento. Hemos abandonado las estrellas y las galaxias y repudiado a la Luna aunque a veces cuando queremos soñar miramos hacia el espacio. No basta con soñar riquezas de día y ausentarnos con la brillantez artificial que ahoga la oscuridad nocturna. Cuando caminábamos erguidos en medio de la sabana sabíamos que la noche era para descansar. Ahora cuando volamos alrededor del planeta y el día y la noche es casi una tenue línea en un horizonte la cuestión es porqué no queremos sucumbir a la soledad cósmica, a la oscuridad poética, al sueño protector y ahogar el firmamento con la contaminación lumínica. Si nos hubieran enseñado a mirar el paisaje de día quizás ahora podríamos dejar de escudriñar la noche buscando paisajes irreales.




Modificado
09/02/2017

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