Una historia verdadera



 

 





Mucho nos perdemos por no ir despacio. Esta es una película para aminorar el paso y reflexionar.


ficha técnica
Una historia verdadera

Título original: The Straight story
Dirección: David Lynch
Actores: Richard Farnsworth, Sissy Spacek, Jack Walsh, Harry Dean Stanton, Joseph A. Carpenter.
Guión: John Roach, Mary Sweeney.
Fotografía: Freddie Francis
Música: Angelo Badalamenti
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 1999
Género: Drama
Duración: 111 min



Una historia verdadera
Sinceridad y simplicidad

Revelarse contra el apresurado ritmo de vida que se supone que debemos llevar en la sociedad occidental es una valentía y una necesidad. Esta película es un canto sincero a la lentitud y a la sencillez, con sensibilidad, sin falsos sentimentalismos ni manipulación de las emociones.

Una historia verdadera es una historia auténtica, porque narra hechos reales y porque es una demostración de cómo contar las cosas desde otra perspectiva. Demasiadas veces una película intenta abarcar tantas temáticas que no consigue más que confundir. Esta cinta es un oasis en estos tiempos en que los medios visuales nos saturan con un exceso de ideas, imágenes y sentimientos con fecha de caducidad. Siempre se nos ofrece la falsa percepción de lo lento como aburrido.

En 1994, Alvin Straight, un anciano de 73 años, recibe noticias del infarto que ha padecido su hermano, su compañero de juegos y sueños en la infancia, pero del que sin embargo se había distanciado por diversos motivos desde hacía 10 años. La noticia le estimula a pensar que es el momento de reencontrarse. Su edad, problemas de visión y movilidad le impiden conducir un coche, y el dinero lo limita en otras opciones. Por ello decide emprender él mismo el viaje sobre su cortacesped de jardín. El viaje desde Laurens, en Iowa, hasta Wisconsin, suponía cientos de kilómetros. A su pausado ritmo, Alvin tardó más de 6 semanas en acabar el trayecto. La película permite acompañarlo durante este peculiar viaje.

La simplicidad de las peripecias del protagonista y la sensibilidad fílmica a la hora de contarlas, hace que su historia nos llegue al fondo de nuestras emociones. Una de las sensaciones que planean durante toda la película es la de recuperar y saborear todo lo que nos perdemos por ir deprisa, por no observar. Y una de las escenas a destacar es la de la espera tranquila, observando la lluvia caer, para proseguir el viaje cuando cese. Un ejemplo de aceptación de las pautas de la naturaleza, de espera paciente y de admiración de la belleza que nos rodea.

Durante su viaje, el protagonista tropieza con diferentes personas con las que comparte momentos o horas en los que hablan de la vejez y el tiempo, de la familia o de la guerra. Hablando y escuchando, recordando y sintiendo, cada personaje aporta algo a quienes le rodean y se conoce más a si mismo. Alvin repasa su existencia hasta ese momento, los errores, los sufrimientos, el dolor, la culpa … La reflexión que acompaña la historia, la de profundizar con sencillez en lo más íntimo de nuestra condición humana (honestidad, respeto a todo y todos los que nos rodean) para lentamente llegar a la aceptación, el perdón, la paz.

Para algunos grupos indígenas, el pasado no importa porque se ha ido para siempre. El futuro no es preocupante porque todavía no existe. En cambio, el presente es algo que sucede cada día y debe ser disfrutado con consideración hacia los demás y con amor. Por ello la historia es el camino y el protagonista no tiene prisa. Este tranquilo viaje nos lleva a un emocionante final que llega de manera suave y pausada como el resto de la película.

Aunque alejado, al menos de manera aparente, de sus temáticas habituales, la autoría de David Lynch se deja notar, además de en su calidad como cineasta, en su retrato de la llamada América profunda y en los pequeños detalles impregnados de su estilo y su ironía. Las buenas interpretaciones nos hacen olvidar que estamos en el sofá de casa para situarnos junto al fuego, el tractor y el remolque, saboreando el camino sin prisas. Una bella música y una fotografía excelente invitan a la contemplación, pero sin caer en los estereotipos, sin provocarnos la sensación de observar paisajes supuestamente bucólicos de manera impostada: la autenticidad de la película radica en que es como sólo podía ser.

Quizá también podemos hablar de cine lento. Esta es una película para disfrutar de lo hablado y lo callado, para interiorizar cada paisaje y reflexión, para contemplar con calma de principio a fin.


Curiosidades...

En cierto modo alejada del estilo habitual de las películas de David Lynch, la película fue ignorada por crítica y premios, y aún más por el público.

El actor Richard Farnsworth, que encarna al protagonista, puso fin a su vida poco después del rodaje de la película al conocer que padecía un cáncer terminal.



Modificado
09/02/2017

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