La tumba de la bicicleta

Una bicicleta puede ser el objeto más amado que uno puede recordar de su tierna infancia. "La vida es como montar en bicicleta. Si quieres mantener el equilibrio no puedes parar" decía Einstein. Sin embargo, el equilibrio sobre la bici una vez aprendido no se olvida para nunca jamás. Montarse en bicicleta permite triplicar fácilmente nuestra velocidad corriendo. La bicicleta en una herramienta todoterreno. Para divertirse, para ir al lugar de juego desde casa, para apurar hasta el último minuto con las amistades...la bicicleta lo soluciona sin parangón.

Aunque uno crece nadie olvida el día que le regalaron una bicicleta. Algunas veces llegaba tras una solicitud impertinente. Otras de forma sorpresiva porqué inicialmente se sentía ajeno. Pero, una bicicleta puede acabarse de sentir como algo propio. El mejor momento para sentir la necesidad de la bicicleta tiene que ver con el ansia de mayor libertad, de incrementar el radio de acción vital, de descubrir el amplio mundo que nos rodea.

La imagen ha sido aportada por un colaborador de la Fundación Tierra que la tomó mientras realizaba un viaje por el desierto de Atacama (Chile). Se trata de una tumba de un niño de 7 a 10 años enterrado en los años 30 o 40 del siglo XX. La cruz, la tierra y la bicicleta forman hoy una sola unidad. Foto: Juan Vila.

Algunas personas, ya adultas, seguirán tan apegadas a la bicicleta que puede servirles de vehículo para las vacaciones o incluso como única compañera para un período de la vida. Los casos de personas que se montan a una bicicleta y emprenden con ella una aventura vital por el mundo (se lejano o no tanto) son cada vez más numerosos. Los hay que sólo se pasan meses pedaleando, otros lustros. En cualquier caso, al final de estas experiencias la bicicleta se ha convertido en una extensión de un mismo. El amor por una bicicleta puede superar todas las expectativas y llegar a ser algo bien personal.

El autor de La revolución de las mariposas, no puede separarse de su Brompton plegable. El biciclown ya ha consumido tres bicicletas en sus casi 100.000 km por todo el planeta, la última no tiene el nombre de la marca, sino nombre propio: karma. Otros simplemente pedaleamos con una bici montada para la ocasión. Otros sueñan con una bicicleta que no tendrán nunca. Se fabrican al año alrededor más de 100 millones de bicicletas, pero alcanzamos ya una población humana de 7.000 millones y el verdadero deseo son los automóviles. Más de 500 millones por todo el globo intentan circular en un atasco casi continuado en muchas ciudades. Mientras, todavía soñamos con automóviles. Estas máquinas que llenan nuestros pulmones de veneno tóxico. Si pedaleáramos más en bicicleta nuestra salud sería más recia y el mundo un lugar menos contaminado.

 

A veces, la imagen de una bicicleta y sus protagonistas traspasa el tiempo. Foto: Fundación Tierra.

La vida humana es este intérvalo entre el nacer y el morir del que ni el ciclista se escapa. Entonces la bicicleta se queda sin su dueño. En el mejor de los casos puede ser que alguien la herede, pero la mayor probabilidad es que termine oxidada y siendo un amasijo de hierros sin alma. Nadie piensa en su testamento en su bicicleta. Y una bicicleta puede pasar de mano en mano por muchos años. Pero otras veces, la bicicleta se ha hecho tan inseparable de uno mismo que tiene que acompañarte hacia las estrellas. Este niño enterrado hace quizás más de 40 años en un pueblecito del árido norte chileno no pudo dejar a su mejor amiga sola. En su tumba hoy la cruz y la bicicleta son una unidad. Y es que sin bicicleta no hay paraíso.

 

Modificado
09/02/2017

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