La historia del camello que llora



 

El cine nos ha dejado a lo largo de su historia documentos que son un reflejo de nuestra vida humana y han sido realizados con una especial sensibilidad como lo demostró Robert Flaherty con su film etnográfico Nanuk el esquimal (1920-1922). En este aparentemente explorado planeta todavía hay muchos pueblos que conservan costumbres y tradiciones que se escapan del inventario del patrimonio cultural de la humanidad. Este es el caso de los pueblos nómadas que pululan por las estepas y desiertos de Mongolia. Resulta insólito que una película de la red comercial pueda ser fruto del proyecto de unos estudiantes de la Escuela de Cine de Munich que se adentraron en el desierto de Mongolia, para buscar una historia maravillosa que fuera real pero que, a la vez, se pudiera contar casi sin palabras. El resultado final ha sido un film con una delicadeza y un respeto hacia sus personajes como hacía años no se lograba en el cine.

La historia del camello que llora explora los destinos de una familia de nómadas mongoleses y de los animales con los que conviven y sobreviven. Esta es la realidad también del retoño de un camello que es rechazado nada más nacer por su madre primeriza debido a la dificultad traumática del parto. No le deja acercarse a sus mamas pues no son ubérrimas. Para evitar el peor desenlace para esta cría la familia llama al profesor de violín de un poblado cercano. Al compás del viento, el músico y su arte junto al canto de una de las madres de la tribu van a apaciguar el espíritu de esta camella. La camella no sólo acaba aceptando a su retoño blanco sino que como manda la tradición el ritual no es completo si del ojo de la camella no caen lágrimas. Lo exótico del caso es que se trata de un ritual vigente en las tradiciones mongolesas y que según la costumbre, el ritual del músico no sólo reúne a la madre y a su cría sino que consigue que la madre llore. La música de la canción es casi un mantra, por lo que para cada animal hay un sonido capaz de incidir en su comportamiento. La explicación más plausible, según los expertos, es que este fenómeno se deba a que los únicos sonidos del desierto o la estepa es el del viento y que la música se convierte en una poderosa energía capaz de cambiar los estados de ánimo. De hecho nada extraordinario que no conozcamos. Por eso se practica en la mediciona alternativa la llamada musicoterapia.
 

 

La familia seleccionada son verdaderos nómadas. Su tienda dista a más de 50 km de sus vecinos y su vida consiste en cuidar de 60 camellos y más de 300 ovejas y cabras. Para una civilización que nos hemos desnaturalizado primero esquilmando el planeta y después convirtiéndolo en un inmenso basurero es casi higiénico sumergirse en la musicalidad de esta aventura humana desde el inhóspito desierto de Gobi. En a penas hora y media uno puede adentrarse en la humildad de la convivencia frugal, olvidarse de las prisas que nos atenazan, superar al tiempo esclavizante y recibir una dosis de suero que nos ayude a frenar el consumismo lacerante. 

Pero tan sólo es cine, cine de autor realizado con tanto esmero que en los países que se ha exhibido no ha defraudado como lo muestran los ranquings de audiencia. Porqué al final, La historia de un camello que llora no es más que una historia de amor entre los humanos y sus animales, entre los paisajes y sus habitantes. Lamentablemente, Mongolia está cambiando y los nómadas van sucumbiendo a los reclamos urbanos que no sólo les desnuda de su libertad sino que los convierte en míseros esclavos del capitalismo pragmático floreciente.

El proyecto es el resultado del impacto que en la niñez tuvo Dawa cuando vio un film sobre el ritual de la música con camellos. Durante su paso por la Escuela de Cine de Munich lo comentó con su compañero Luigi Falorni y ambos tomaron la cámara para buscar al camello que abandona a su cría. En cierta medida pues estamos ante un documental pero, en realidad, este es sólo la excusa para contar una bella historia. Un film rodado con personajes que no son actores profesionales pero que  son capaces de interpretar y emocionar sobre su herencia cultural.

 

Algunas curiosidades

El film se había planificado en un rodaje de 35 días, pero las condiciones extremas del clima del desierto de Gobi, con numerosas tormentas de polvo y bajas temperaturas lo redujo a 23 días. Tampoco  faltó que alguno de los componentes del equipo enfermara y que perdieran metraje por qué parte del equipo se estropeó. El logro fue la compenetración entre los conocimientos sobre los ritos y tradiciones aportados por Dawa, por ser originario de una familia mongolesa nómada y las habilidades con la cámara por parte de Falorni. Su planificación unida a una buena dosis de improvisación convergieron en un resultado donde la magia y la realidad se diluyera en un cocktel singular donde sus personajes bien trabajados danzan en un paisaje tan inhóspito como portentoso.

 

Ficha técnica

Título original: Die geschichte vom weinenden kamel
Dirección y guión: Byambasuren Davaa y Luigi Falorni
Protagonistas: Janchiv Ayurzana, Chimed Ohin, Amgaabazar Gonson, Zeveljamz Nyam, Ikhbayar Amgaabazar, Odgerel Ayusch, Enkhbulgan Ikhbayar , Uuganbaatar Ikhbayar, Guntbaatar Ikhbayar
Música: Marcel Leniz, Marc Riedinger y Choigiw Sangidorj
Nacionalidad: Alemania y Mongolia
Año: 2003
Género: documental narrativo
Duración: 90 minutos
Estreno en España: Diciembre 2004
Distribución: www.karmafilms.es

Modificado
09/02/2017

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