Esperar la Esperanza

Mayo, 2013.- Uno se pasea por este país y no puede dar crédito a la fractura que existe entre la sociedad civil, los gobiernos (locales, regionales, autonómicos, estales) y los oligopolios que nos mueven a todos a su disposición, como puros títeres. 

Mientras en la sociedad hay pasión por innovar, en los oligopolios (energético, bancario, telecomunicaciones, etc.) todo el potencial se centra en vaciar toda traza de ingenio humano para convertirlo en puro beneficio para unos pocos. Nada de buenas ideas tienen lugar en la oligopolía. El único objetivo es mantener, a base del engaño, -o a base del miedo atávico al cambio impreso durante cuarenta años de dictadura-, la sumisión. 

Una intervención del artista Clet Abraham en Barcelona. Una muestra de cómo el arte nos inivita a la desobediencia pacífica y la insumisión.

En Alemania se miman los productos hechos en el país. El consumidor no consume el Made in Germany por su patriotismo, sino por el compromiso con sus vecinos. El gobierno hace lo mismo y le da apoyos, no en dinero habitualmente, sino en visualización y facilidades para exportar y mantener la industria de la manufactura que en España se cargaron para potenciar las tres S (Sex, Sun & Sand).

En España, las telecomunicaciones son el doble de caras que en Alemania, -y los salarios son mucho más bajos en nuestro país-, y lo mismo pasa con los productos ecológicos, por poner sólo un par de ejemplos. No todo es más barato en el país germano, pero la posibilidad de buenas comunicaciones y una nutrición de calidad son básicas para fomentar la innovación.

En Fundación Tierra hemos apoyado siempre los productos ecológicos españoles, desde los sillines de bicicleta Duopower, hasta la Chufamix para leches vegetales, o hemos divulgado el pedaleo sin punto muerto de Rotor o los primeros prototipos de mesas para huerto urbano de Hortubà, -y podríamos poner más ejemplos. En este deambular por la ecología, a veces hay que considerar también el arte. En nuestra web mantenemos algunos de los álbumes de ilustraciones ecológicas más notables realizados en nuestro país como el Sr. Mundo de Mariscal.

Una de las viñetas históricas de esta obra atemporal de Javier Mariscal, El Sr. Mundo.

Hace poco nos topamos con un dúo musical integrado por dos mujeres españolas, una pianista y una chelista... Aura Noctis (su discografía), cuyo arte nos sumerge en el corazón de la naturaleza y el alma humana en la línea neoclásica y celestial... Más allá de los gustos musicales de cada cual, seguro que la audición de alguna de sus obras en la red no os deja indiferentes y quizás anime a que estas dos artistas sigan bombeando su talento musical en favor de una nueva esperanza en la cual dejemos de ser sólo indignados y pasemos a la acción. Pasar a la acción cambiando nuestro recibo de la electricidad por electricidad verde, nuestra cuenta bancaria por una caja cooperativa, nuestro supermercado por una tienda de alimentación y productos ecológicos, y manifestemos nuestro descontento con las empresas que no se comprometen con los valores socioecológicos básicos. 

Olga Bartolomé García y Pilar Molina integrantes de Aura Noctis pretenden “transportarnos a todos aquellos lugares donde la mente nunca había estado, despertando la fantasía que se halla latente en nuestra interioridad. Sus melodías son la esperanza que ahuyenta el dolor. La música es un viaje a través de las emociones, representando todo aquello que las palabras no pueden describir. Lamentos entremezclados en el viento de oníricos bosques, nebulosos túneles sin fin, o la paz que sólo en la naturaleza es posible abrazar. Inspirada en el romanticismo”. 

Aura Noctis es un deleite para los sentidos y que se basa en la profunda emotividad del sonido áureo que captura la luz de la naturaleza y nos invita a la introspección, a encontrar la armonía en esta sociedad caótica. Dos instrumentos de cuerda, pero también arreglos orquestales ponen variedad sonora en las piezas de estas mujeres en las que también ponen sus voces. En definitiva,  una buena música para entrar en este mundo policrómico en el que flotan los acordes de piano, las lazadas del cello junto a sonidos orquestales y voces femeninas. No es una música para oir de fondo, sino para degustar con los ojos cerrados entre el piar de los pájaros y el arrullo del viento. 

No podemos quedar ajenos al talento que tenemos y que nos pretenden arrebatar para ser simples peones de oligopolios, que podríamos desmontar con simplemente cambiar nuestra forma de consumir, desde productos hasta “cultura”. 

Canviat
09/02/2017

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