Barato para ti, caro para todo el planeta




Barato para ti, caro para todo el planeta



Los bazares y tiendas de todo
a 100, una forma de consumo
no responsable


Montañas de juguetes baratos
en una tómbola; puro consumo


Una bici plegable por 99 euros.
Las gangas las paga la Tierra.


Ropa de bazar confeccionada
en talleres clandestinos
A primeros de la década de los años noventa la firma Nike sufrió una de las mayores campañas internacionales para que abandonara la mano de obra infantil que fabricaba sus zapatillas con jornadas de hasta 70 horas en Indonesia, Índia y Pakistán haciendo “nikes” en plantas insalubres. Se tomó una cierta conciencia que los productos baratos que devorábamos en las tiendas occidentales podían ser fruto de explotación laboral y ambiental. Ahora, el mundo consumista da un alivio a las grandes marcas inundando de productos “todo a cien” elaborados con ingredientes de baja calidad para ofrecerlos al mejor precio. En otros casos nos venden productos que no pasarían los estándares de calidad estrictos. Finalmente, sucumbimos al Made in China donde la mano de obra quizás no es infantil, pero es en régimen de esclavitud. Sin darnos cuenta, comprando productos de baje coste y de “todo a cien” estamos perpetuando que el planeta se vea envenenado por la contaminación global.

La calidad debe ser estética pero también durable
El verano del 2005 un periódico barcelonés lanzó la oferta de adquirir una bicicleta plegable por 99 euros. El resultado no podía ser más exitoso ya que se vendieron más de 25.000 unidades. El fabricante de la misma era una conocida empresa de juguetes y, lógicamente, fabricada en China. La bicicleta plegable de calidad más barata del mercado no fabricada en China cuesta más de 600 euros. Podemos imaginar que si además regalaban con la misma una cestita para llevar delante, portabultos trasero y una bolsa maleta para viajar, el conjunto era una tentación insuperable. Al final muchos ciudadanos aunque incrédulos pensaron que, por menos de cien euros, tampoco podían perder tanto. El verano barcelonés ha sido invadido por estas bicicletas plegables de bajo coste. Es verdad que muchos ciudadanos se han iniciado al uso de la bicicleta, al menos los fines de semana o para trayectos cortos. Ahora la cuestión es que de pronto, al mínimo uso que se le de, a esta bicicleta se le van rompiendo piezas inexorablemente y cuyo reemplazo no siempre es fácil y cuando no directamente inviable por el coste.
El dilema entre un producto de bajo coste y escasa duración frente a uno de calidad y con su precio real lleva siempre a perder al medio ambiente, porque para estas bicicletas que quizás no sobrevivan más de un verano fue de 240 toneladas de metal para lo que fueron necesarias extraer 3.000 toneladas de mineral cuyas escorias dejaron una montaña de residuos peligrosos en el lugar de extracción. Sin embargo, al tacto uno no podía resistirse a la estética ciclista por 99 euros.

El camino más rápido para convertirse en residuo
La duración de un producto es una característica esencial ya que determina el período útil del mismo y lo que tardará en convertirse en residuo. El compresor de una nevera, por ejemplo, puede estar funcionando más de 20 años, sin embargo, otros elementos no menos esenciales como gomas de cierre, plásticos de la estructura empiezan a resentirse y el aparato empieza a consumir energía al galope. El equilibrio entre la duración, la facilidad para ser reparado y el impacto ambiental es siempre delicado y depende del diseño y la calidad. Mejor diseño y más calidad significa un precio mayor, pero esto es así porque por ahora no pagamos el coste de retirar y tratar el residuo que generamos. Si la durabilidad es baja y tuviéramos que pagar el tratamiento del residuo a buen seguro que valoraríamos pagar más al principio y ahorrar residuos. En el caso de los juguetes, debido a la sofisticación actual, la duración de los mismos puede que no sobrevivan más allá de unos días en la mayoría de los hogares. También deberíamos enfrentamos a qué entendemos por juguetes, pues hoy en día estamos dando objetos que deberían servir par estimular la imaginación pero que en realidad no le dejan espacio. El bajo coste de los juguetes y su inutilidad en muchos casos los convierte en toneladas de residuos  a la velocidad de la luz. Evitar que nuestros enseres se conviertan rápidamente en residuos o en inservibles debería ser una preocupación constante. 

La contaminación que no vemos, de momento!
Cada vez más uno descubre que los productos que adquiere han sido fabricados en China. El desarrollismo acelerado del gigante tiene consecuencias medioambientales igualmente desproporcionadas, aunque estén lejos de nuestro campo visual por el momento. Con la misma intensidad que el país concentra el mayor proceso de crecimiento industrial y urbanización de la historia, con el consiguiente crecimiento del consumo de energía per cápita, la rapidez de los procesos de degradación ecológica se ceba en los paisajes y las personas. Siete de los grandes ríos y la casi totalidad de los mayores lagos están contaminados. El gran río más contaminado del China, el Huaihe, abastece de agua a 150 millones de habitantes en cuatro provincias. En una de las provincias que atraviesa, la de Henan, hay  600 industrias papeleras, y en uno de sus afluentes, el Shunying, se vierte la basura de la mayor fábrica de glutamato de sodio de toda Asia Oriental. El glutamato es un saborizante para la comida, que es claramente perjudicial a la salud. Casi tres cuartas partes del curso del Río Amarillo, que abastece de agua al 12% de la población de China y al 15% de su superficie agraria, está fuertemente contaminado por las aguas residuales, fertilizantes agrícolas y residuos industriales.

El propio Banco Mundial reconoce que en el territorio chino se encuentran siete de las diez ciudades más contaminadas del mundo. China es el principal emisor mundial de dióxido de azufre (SO2) a causa de su enorme consumo de carbón para la producción de energía y que constituye el combustible con el que el se produce el 75 % de la electricidad en China.  

El 37% del territorio del país acusa los efectos de la degradación de la tierra y de la deforestación, y los pesticidas y fertilizantes se acumulan sin cesar y aunque se experimenten crecimientos de hasta el 14%, también lo son en proporción igual las emisiones de dióxido de carbono, dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y aguas residuales que no paran de aumentar.


Explotación infantil y insalubridad laboral
Naciones Unidas reconoce que hay alrededor de 4 millones de personas que viven y trabajan en situación de esclavitud. La esclavitud es todo aquel trabajo no remunerado donde las personas son privadas de su dignidad de seres humanos, se manifiesta actualmente en muy diversas formas de abuso como el tráfico de personas, la explotación infantil o el turismo sexual. UNICEF reconocía en el 2003 que al menos 500.000 mujeres y muchachas son introducidas cada año ilegalmente en Europa, la mayoría procedentes de países del Este, y que 200.000 niños son "exportados" desde Africa Occidental.

La producción de bienes baratos para el Primer mundo conlleva que en las áreas de producción chinas y del sudeste asiático, pero también en Latinoamérica y Norte de África se paguen salarios de miseria, no se otorguen derechos laborales y en régimen de esclavitud a los trabajadores. Los niños se venden como esclavos para trabajar en canteras o en minas y, en el caso de las niñas, como sirvientas domésticas. Seiscientos millones de niños viven en la pobreza, con apenas acceso –o sin él– a servicios de salud, educación y oportunidades de futuro. Se estima que 56 millones morirán y 75 millones de niños continuarán sin tener acceso a la educación. Para ello Naciones Unidas insta a la comunidad internacional a “asumir sus responsabilidades con los niños y las niñas a través del cumplimiento del objetivo de destinar el 0,7% de sus ingresos a la lucha contra la pobreza en el mundo” (un compromiso adquirido en 1970 por los países más desarrollados y que sólo es cumplido por cinco de ellos). España destina sólo el 0,3% del PIB anual a ayuda internacional. Pero, la clave, está en la actitud que tenemos los ciudadanos frente al consumo. Por cada producto de “todo a cien” o para ser exactos de “bajo coste” fabricado en China estamos contribuyendo a todas estas cifras de desolación infantil y degradación ecológica que normalmente no están al alcance de nuestros ojos.

Lo local y responsable
La producción artesanal local y exigir mayor calidad en los productos así como facilidades para los recambios y su reparación es la clave para reducir el actual deterioro ambiental y social al que nos enfrentamos. La sociedad de consumo debe graduarse en conducta ética. Tanto la empresa que produce como el individuo que consume no pueden olvidar el impacto que supone la fabricación de bienes de consumo. La llamada de la sostenibilidad no es más que el respeto a la comunidad humana y al entorno medioambiental de cada uno de los procesos productivos, a fin de no agotar los recursos y respetando los derechos humanos. No es tan difícil, aunque si exige una reeducación para no sucumbir al frenesí que impone la publicidad y la propia insatisfacción vital a la que nos somete esta sociedad.


Resumiendo...
• Con las decisiones de cada día, todos contribuimos a que nuestra sociedad sea más o menos justa y, por lo tanto, cada uno tiene su parte de responsabilidad social.
• Pensemos en que nuestras pertenencias sean productos artesanales o de producción local y valoremos el diseño y la calidad pues aún que paguemos más nosotros evitamos un sin fin de externalidades que dañan lo social y ambiental.
• Cómo ahorramos o invertimos el dinero puede ser determinante para influir en la precariedad laboral, la explotación infantil, la carrera armamentística, la degradación ambiental...
• Podemos poner nuestros ahorros en una banca ética, es decir, una banca que atienda las necesidades sociales de su comunidad y sobretodo dejar de consumir de forma convulsiva.
• Apuntémonos a alguna ONG no tanto para aliviar la conciencia como para que periódicamente nos recuerden que nuestra conducta cotidiana puede ser determinante para un mundo mejor.
• Exijamos de las empresas que compramos productos que tengan políticas de responsabilidad social corporativa y sean transparentes con su gestión no sólo en el ámbito económico sino también en el social y el medioambiental.
• Seamos conscientes que la pobreza y la exclusión social también está en nuestro entorno inmediato. En España había en el 2003 alrededor de 220.000 niños que vivían en la pobreza, con una tasa de fracaso escolar que se sitúa en un 300% y que sólo entre el 2000 y el 2003 se ha duplicado el número de inmigrantes menores que llegan a España en solitario lo que favorece su explotación por parte de las mafias.



Canviat
09/02/2017

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