Barcelona, la bicicleta en el punto de mira




Barcelona, la bicicleta en el punto de mira
Noviembre 2006. El Ayuntamiento de Barcelona ha lanzado el borrador de la modificación de la Ordenanza de circulación de peatones y vehículos que se aplicará antes de 2007 una vez esté aprobada. El crecimiento espectacular de más de 40.000 usuarios circulando en bicicleta y los problemas de convivencia entre bicicletas y peatones, más puntuales que constantes, han sido alardeados por una minoría con el altavoz de algunos periódicos y otros medios. Ante un tam-tam que es más ficticio que real en la dimensión que se plantea se lanza la única ocurrencia: normatizar todavía más, o sea, más desaguisado.
 
Los biciclistas han reaccionado calificando que la propuesta de Ordenanza criminaliza e impide de facto aparcar. Recordemos que el texto presentado prevé multar con cifras que van desde 450 euros hasta 1500 euros. El Ayuntamiento de Barcelona argumenta que simplemente aplica una norma legal vigente que considera una falta leve atar la bici en el mobiliario urbano y que estas cuantías exageradas son las cantidades que dice la ley. Pero el texto va más allá y pone limitaciones a la circulación por aceras y carriles bus, amén de otras limitaciones más insólitas.

En el fondo de este cerco en realidad se constata la incapacidad del Ayuntamiento de Barcelona por actuar de forma responsable cuando aparecen problemas. Hay que recordar que uno de los principales focos de problemas ha sido el diseño de carriles bici en aceras disminuyendo el espacio para el peatón como en la Avenida Diagonal. Antes que robar espacio de la calzada del coche se le robó al peatón. Los problemas de convivencia se han empezado a notar cuando ha aumentado el número de usuarios. En otros casos el problema viene derivado de hábitos que no se han querido cortar de raíz como es la circulación a mayor velocidad de la permitida (10 km/h) por la acera de calles concurridas como la Rambla Catalunya.

Respecto al aparcamiento, con sólo 5.600 plazas y unas 1.050 que están a la espera, está claro que la imposibilidad de atar la bici a postes, farolas, semáforos y otros elementos del mobiliario urbano supone una grave limitación si consideramos un parque de bicis en circulación de más de 40 mil ciclistas.

Así las cosas, se supone que Barcelona es pionera en la promoción de la bicicleta y cuando aparecen los primeros conatos propios de toda actividad en crecimiento uno esperaría mayor ingenio. Con las defecaciones de los perros en la calle, un problema cada vez menor, se hicieron auténticas campañas de sensibilización ciudadana y luego se entró a multar. Con la bicicleta se planifica lo fácil: comenzar con la punición recaudatoria como se hace con los vehículos a motor. El problema es que sólo airear esta realidad va a provocar todo tipo de recelos sobre el recién estrenado Registro de Bicicletas, supuestamente concebido para atajar los robos, promovido por el Ayuntamiento de Barcelona. Está claro que son clarooscuros de un Ayuntamiento que a pesar de disponer de una Mesa Cívica Consultiva sobre la Bicicleta es incapaz de poner ingenio en la mejor actividad que una administración puede invertir: educar para la convivencia.

El uso responsable la bicicleta supone un riesgo mínimo para el peatón, algo que no pasa con el coche o una moto y, en cambio, cada bicicleta de más es un coche de menos. Dar el mismo tratamiento a la bicicleta que al coche es un error porque el modelo no tiene nada que ver a la realidad de las dos o tres ruedas de tracción humana. Curioso es también que se agite el tema cuando está sobre la mesa un Plan de Promoción de la Bici por parte del gobierno autonómico (o sea, para potenciar más usuarios).

Lógico es que, cuando la ciudadanía se pasa en masa a la bicicleta, como en todo colectivo que se incrementa también lo hace el número de usuarios más gamberros e incívicos. Lamentablemente, para estos la Guardia Urbana apenas actúa. Pero sobretodo lo inteligente sería que se animara un proceso de participación colectiva con unas normas pactadas y luego fueran ampliamente divulgadas en campañas de comunicación. No hay mejor actividad que aquella en la que prima la educación de los usuarios, y esto no sólo afecta a los biciclistas sino también a los conductores de vehículos de motor (motos, taxis, coches, autobuses, etc.).  

Pero también están los deberes del propio Consistorio. Lo primero sería suprimir el carril bici de las aceras para ponerlos sobre la calzada con protección para que los coches no puedan invadirlos (urgente es que se sacara el de Avenida Diagonal). Lo segundo sería multiplicar por 5 el número de parkings en la calle (en cambio, en lo que piensan es en parkings automatizados para que sean de pago). Finalmente, habría que promover el antes mencionado proceso de participación y varias campañas de sensibilización para un buen uso de la bicicleta. Lo puntual no puede aplicarse a todo un colectivo. En este sentido las entidades de usuarios tienen toda la razón en que se trata de una norma criminalizadora.

La única arma letal de curso legal son los coches. Los peatones, pero también los biciclistas, apestados por la contaminación pasan a engrosar año tras año las ya más de 15.000 muertes que se calculan en España asociadas a este problema de calidad del aire. Aunque la bicicleta tiene una larga vida asegurada, en una sociedad tan carbonizada como la nuestra quizás es urgente y sensato invertir en educación colectiva para una buena convivencia entre las dos piernas sobre ruedas y las dos piernas directamente sobre el asfalto.

Pocas ciudades tienen tantas normas como Barcelona y no por ello las cosas mejoran. El problema es que como sucede con otros problemas de convivencia (es el caso de la micción en plena calle para la que se instalaron algunos lavabos públicos, aunque sin señalización alguna que indique donde se encuentran), falta información. O sea que puede que la gente esté meando en una calle y a dos manzanas puede tener un magnífico lavabo vacío y limpio.

La elevada abstención en las elecciones tiene que ver con el distanciamiento entre lo cotidiano y lo político. Hay que bajar a la arena terrenal donde la ciudadanía debe sobrevivir. A veces se da la paradoja de que los que pretenden regular todavía más el uso de la bicicleta no son usuarios de la misma sino puros teóricos que escuchan canciones en el MP3 del coche mientras van contaminando la ciudad... La sanción es la opción cuando un colectivo se resiste numantinamente. El ciclismo urbano, hoy por hoy es en Barcelona un ejemplo modélico, salvo las excepciones, que hay que educar primero y a la vez sancionar de forma contundente. No hay otro camino y tenemos que andarlo biciclistas y peatones de la mano.




Canviat
09/02/2017

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