La batalla contra nosotros mismos



La batalla contra nosotros mismos
Por George Monbiot
Discurso en la Climate March, 3 de Diciembre 2005


Con los combustibles fósiles la productividad agraria aumentó de 10 a 20 veces.


Los combustibles fósiles permitieron a las ciudades y a la industria expandirse.


Nos enfrentamos a una escasez inminente de una fuente de energía difícil de reemplazar: los combustibles fósiles líquidos.


Vivimos en el breve intervalo histórico entre la violencia ecológica y la catástrofe ecológica.




Dejadme por un momento recordaros de dónde venimos.

Durante los primeros tres millones de años de historia de la Humanidad, vivimos conforme a las circunstancias. Nuestras vidas se regían por las casualidades de la ecología. Vivíamos, como todos los animales, con temor al hambre, a los predadores, al clima y a las enfermedades.

En los siguientes miles de años, cuando ya comprendimos los rudimentos de la agricultura y el almacenamiento de las cosechas, disfrutamos de una mayor seguridad alimenticia, y pronto destruimos a muchos de nuestros depredadores no-humanos. Pero nuestras vidas las regían las espadas, las hachas y las lanzas. La lucha principal era por la tierra. La necesitábamos no sólo para sembrar nuestras cosechas sino también para proveernos de fuentes de energía (pasto para nuestros caballos y bueyes, madera para nuestro fuego).

Entonces descubrimos los combustibles fósiles y todo cambió.
Ya no estábamos constreñidos por la necesidad de vivir a merced de la energía ambiental; podíamos mantenernos mediante la luz del sol almacenada desde hacía 350 millones de años. Las nuevas fuentes de energía permitían a la economía crecer, lo suficiente como para recuperar a algunas personas expulsadas por las antiguas disputas por la tierra. Los combustibles fósiles permitían, tanto a la industria como a las ciudades expandirse, lo cual facilitaba a los trabajadores organizarse y forzar a los déspotas a disminuir su abuso de poder.

Los combustibles fósiles nos ayudaron a librar guerras de un horror nunca conocido, pero también redujeron la necesidad de las guerras. Por primera vez en la historia de la Humanidad, incluso por primera vez en la historia de la vida, había un excedente de energía disponible. Podíamos sobrevivir sin tener que luchar contra nadie por la energía que necesitábamos. La productividad agraria aumentó de 10 a 20 veces. La productividad económica se multiplicó por 100. Muchos de nosotros podemos vivir como nunca nadie había lo había hecho antes.

Y todo lo que veis a vuestro alrededor es el resultado de aquello. Hemos podido juntarnos aquí de todos los rincones del país gracias a los combustibles fósiles. No nos cobran comisión ni se nos restringe nuestro consumo (o en cualquier caso todavía no) gracias a los combustibles fósiles. Nuestras libertades, nuestro bienestar, nuestra prosperidad se los debemos a los combustibles fósiles.

La nuestra es la generación más afortunada de las que nunca existió. La nuestra es la generación más afortunada de las que nunca fue. Vivimos en el breve intervalo histórico entre la violencia ecológica y la catástrofe ecológica.

No tengo que recordaros cuáles son las dos fuerzas que convergen en nuestras vidas. Nos enfrentamos a una escasez inminente de una fuente de energía difícil de reemplazar: los combustibles fósiles líquidos.
Y nos enfrentamos con las consecuencias medioambientales del consumo de combustibles fósiles que ha hecho posible que lleguemos a donde estamos. La estructura, la complejidad, la diversidad de nuestras vidas, todo lo que conocemos, todo lo que dimos por sentado, todo lo que parecía sólido e innegociable, de pronto parece contingente. Todo esto es como una enorme pila tambaleante que se balancea sobre una pelota, una pelota a punto de rodar montaña abajo.

Escucho a la gente hablar de la reducción que les gustaría ver en las emisiones de carbono. A mí no me interesa lo que a la gente le gustaría ver. A mi me interesa lo que dice la ciencia. Y la ciencia habla claro. No necesitamos un 20% de reducción para 2020, ni un 60% para 2050, sino un 90% para 2030. Sólo de esa forma conseguiríamos mantener la concentración de carbono en la atmósfera por debajo de 430 partes por millón, lo que significa que sólo así evitaríamos algunas de las temidas consecuencias. Si dejamos que supere ese índice no hay nada que hacer. La biosfera se esfuerza como la fuente primaria de carbono. Pero se nos escapa de las manos.

La idea de que podemos conseguirlo reemplazando los combustibles fósiles por energías renovables es una fantasía. Es verdad que tenemos fuentes de energía insuficientemente explotadas en el viento, las olas, las mareas y la luz del sol, pero ni están lo suficientemente concentradas ni son lo suficientemente consistentes como para que podamos utilizarlas y seguir como antes.

Cortar por lo sano requiere una gran reducción en nuestro uso de energía.
Disponemos de algunas tecnologías, pero seguramente no nos lleven muy lejos. Si queremos reducir las emisiones de carbono en un 10%, el uso de la energía deberá restringirse por debajo del  50%. El único método para conseguirlo es un racionamiento nacional acompañado de una disminución y una convergencia mundiales.

Nosotros nos encontramos en una posición extraordinaria. Estamos ante el primer movimiento político de masas para pedir menos, no más. Somos los primeros en tomar las calles pidiendo austeridad. Los primeros en pedir que nuestro lujo, nuestra comodidad, se reduzcan.

Estos son los mayores retos políticos que ningún movimiento ha afrontado. Pero estamos alcanzándolos. Los estamos alcanzando. Pero no dejemos que nadie nos diga que será fácil. Si sólo se tratara de poner a caldo a George Bush, ya lo habríamos conseguido. Pero no sólo tenemos que luchar contra él, ni contra nuestro propio Gobierno, ni entre nosotros; también tenemos que luchar contra nosotros mismos. La lucha contra el cambio climático es la lucha contra mucho de lo que hemos llegado a ser. Es una lucha contra algunos de nuestros impulsos más básicos.

No podemos pedir a los demás que dejen de volar si nosotros seguimos volando. No podemos pedir al Gobierno que nos fuerce a cambiar si no estamos preparados para el cambio. La batalla más importante de nuestras vidas se librará no sólo ahí afuera, sino también en nuestro interior.


Texto original
(en inglés): http://www.monbiot.com/archives/2005/12/05/the-struggle-against-ourselves/

Referencias: ver (en inglés) http://portal.campaigncc.org/files/THE_CUTTING_EDGE_CLIMATE_SCIENCE_TO_APRIL_05.pdf

George Monbiot
www.monbiot.com



Canviat
09/02/2017

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