Con voluntarios en una escuela de verano




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Con voluntarios en una escuela de verano

 
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1. La voluntaria familia solar
2. Absurdo helado



 


 


Taller de Cocina Solar ha sido el titulo que ha atraído el interés de 24 miembros de entidades de voluntarios sociales participantes en la Escola de Estiu del Voluntariat, y que se ha celebrado en el Seminario de Tortosa (Tarragona) durante estos días. Ha ocurrido en la capital de las tierras del Ebro, donde sus gentes andan contentas después de que las tropelías previstas en un Plan Hidrológico alocado e insostenible sean ya historia.

Bien, he tenido el privilegio de ser el profe tallerista, y lo he sido en nombre de la Escola Lliure del Sol, una de las entidades que conforman el Movimiento Laico y Progresista. Que sea libre y del Sol, bueno, solo por esas palabras ya se merece toda mi admiración y aprecio. El grupo de asistentes al taller ha sido de los más variopinto, entre los 15 y los 75 años.

Una calor y bochorno importantes junto a la falta de hábitos bioclimaticos en el enorme edificio donde se ha albergado la actividad se ha hecho insoportable. En total, en los talleres y cursos han participado unos 500 humanos con lo que el nivel energético no era despreciable. Hubiera sido bueno abrir ventanas y puertas por la noche para refrescarlo un poco. En cualquier caso la actividad ha estado bien, a la que no ha faltado el complemento de sudores y acaloramientos. Cada vez hace más calor y según leo hoy los 15 años más cálidos que se han registrado hasta ahora han ocurrido desde el año 1980. Los 10 más cálidos desde 1990 y los 5 más cálidos desde 1997. Quiere decir esto que hoy la Tierra esta más caliente que en cualquier momento de los últimos 2000 años. Después de tres décadas de vomitar CO2 sin parar, la concentración de este gas se han incrementado más que en los últimos tres siglos. Ya nadie dice mentiras sobre el cambio climático, acelerado por los humanos, y que tenemos encima. Veremos como en el futuro nos apañamos para frenar y reconducir el fallo técnico global. Sea como sea seguro que va a ocupar a bastantes generaciones.

Afortunadamente el calor se ha intentado combatir a base de abanicos, movimientos más lentos y sombras obligadas, dosis de agua fresca, más las corrientes de aire natural forzadas con criterio desde cualquier sala y pasillo, se ha facilitado el no calentar más el mundo para estar algo más frescos. Una parte del calentamiento planetario tiene que ver en que sus usuarios queremos siempre estar más fresquitos, eso sí, gastando petróleo y uranio barato.

Por cierto y por si andas interesado por el tema energético, las centrales nucleares calientan también el mundo y precisan de agua por un tubo (enormes cantidades) para refrigerar sus procesos energéticos. Aunque no emiten CO2 a la atmósfera directamente dejan mierda radioactiva (residuos) para centenas de generaciones. Al fin, calientan y mucho el ciclo del agua y el mundo.
Las centrales atómicas de Vandellós y Ascó están casi a un tiro de piedra de donde un romántico activista y sus alumnos estivales por unas horas hablaban de como aprovechar la energía térmica que la más fascinante de las centrales energéticas pone a disposición de los terrícolas. Después de un viaje de 150 millones de kilómetros la energía solar es capturada por una olla que recibe la reflexión de una parabólica de menos de 2 metros cuadrados de superficie, captura hasta 600 vatios y elabora las preparaciones culinarias de lo lindo y sin emitir calor y cacas a los aires.

Durante el taller he comentado aquello de que no hay futuro positivo sin energías renovables, también algo sobre el mundo del petróleo y el nuclear y su vínculos con las fortunas económicas, las guerras injustas y la ineficaz sociedad humana embriagada por sus bondades.

Los modelos de cocinas y hornos solares que he mostrado y que sólo hemos podido poner en marcha un rato, ...el sol nos hace más humildes,  han servido para que casi todos los asistentes quedaran seducidos por lo sencillo que es utilizar energía limpia y segura, por lo menos los próximos 5000 millones de años, para cocinar y pasarlo bien. Conocer que hay muchos millones de humanos que hoy cocinan con leña obtenida de forma insostenible, como lo son sus mundos a nivel social, también ha sido parte del taller.

Unas patatas al horno aderezadas con especias, unas almendras casi deshidratadas con el sol y una magdalenas de las que he tenido que dar la receta han hecho de la acción practica, un sabroso ejemplo.
Creo que a más del 50% de los asistentes al taller se han quedado con el virus solar en sus vidas. Más de uno disfrutará de la cocción solar, no lo dudo. El viaje ha valido la pena.

Como despidiéndome del lugar, en esas estoy tan acalorao que una máquina de helados que me encuentro en mi deambular por el edificio me oferta la posibilidad de un pequeño y refrescante pecadillo veraniego. Le echo el ojo a uno de hielo y pagando el doble que al humano del bar (estaba cerrado en ese momento de refrescamiento anhelado) me escupe un tubo de cartón lleno de colorines y donde sorprendido intuyo que mi polo debe estar en su interior. Un toque tipo maracas los confirma.  Me lo llevo a la habitación para sentarme en la cama y mirar de analizar la sorpresa mientras me lo zanpo.

Comienzo a tirar de una tirilla que me abre el tubo de cartón que a cada lado lleva una tapa de plástico. Saco del interior una bolsita de plástico que contiene una servilleta de papel, que sofisticación y finura, pienso. Al final saco mi polo, que me lo como menos tranquilo de lo que tenia previsto y he intentado estar a gusto a pesar de la huella ecológica que tiene este especial disfrute veraniego. Le saco la funda de papel plastificado a mi polo de hielo y colores saborizados y amontono los residuos, la servilleta la aprovecho ya que está y mirándome lo absurdo del bodegón, mordisqueo el palo que menos mal que sigue siendo de madera.

Que valga el doble ahora lo entiendo, es más caro el continente que el contenido, que este me lo como y disfruto, pero con el envase y accesorios lo tengo dificl.
Una parte de ellos solo están unos segundos conmigo, el resto no pasa de minutos. El drama derrochista del que he sido parte me ha impulsado a no volverme a comer un helado sin tener delante a un humano que me lo saque de un refrigerador.

360 km ida y vuelta con el parabol de la cocina solar en el portabultos del coche me han obligado a conducir con más responsabilidad que nunca. Para quitarle consumos al trayecto el parabol lo he situado lo más atrás posible, quedando así más aerodinámico. Por cierto, para usuarios de Ksol que también sean inquietos y se la lleven a cuestas de  vez en cuando, a una velocidad de 100 km/h el parabol ni se entera a no ser que lleves algún tornillo flojo. En la parte trasera del portabultos recomiendo fijar uno de los perfiles largos del soporte base, de esta forma el diametro del parabol queda bien situado sobre las dos barras. Con unos pulpos elasticos es más que suficiente para que quede fijo y estable. 

Eso si, si a tu coche no lo miran ni por asomo, cuando lleves el parabol encima todo cambia, y creo que es bueno que la gente mire como algo que debe ser interesante se mueve y algunos no dudo que pueden llegar a identificarlo como ese cacharro que cocina con el sol y que igual lo han visto en la tele. De todas formas, de aquí a que la cocina se convierta en un articulo de culto nos quedan años, y cuanto más se vea, mejor. Con espontáneo y cierto aire de vacilón tecnológico motorizado me he tenido que manejar en los tramos más urbanos de la ruta e incluso por la carretera. 


¿Porqué éste diario?


Canviat
09/02/2017

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