La vida sin el petróleo




La vida sin el petróleo
Septiembre 2005. La administración Bush está lanzando una espectacular contraofensiva para negar el cambio climático. Ha lanzado por el mundo a sus apóstoles mediáticos más fieles, como el novelista Michael Crichton -que se ha brindado a escribir una novela calificando a todos los científicos que estudian el cambio climático de ecoterroristas, para que expandan la buena nueva que el invento del cambio climático es tan sólo una excusa para hundir la economía del petróleo que da sentido a nuestra existencia.

Mientras nos invitan a dudar de los efectos del incremento del dióxido de carbono, de lo que no hay duda es de la dependencia que nuestra sociedad ha asumido de los derivados del petróleo.  Por ejemplo, la construcción de un automóvil, de promedio consume la energía equivalente a  27 barriles (4.300 litros) de petróleo (o sea que emplea el doble de su peso en combustibles fósiles). La producción de un gramo de microchip consume 630 gramos de  combustibles fósiles. Según la American Chemical Society, la  construcción de un solo chip de 1 Mb DRAM requiere 2,2 Kg. de  combustibles fósiles más otros 49 Kg. de agua. De media, pues para la construcción de un ordenador se requiere 10 veces su peso en  combustibles fósiles. Lo mismo podemos calcular en el caso de los alimentos dado que para producir cada caloría de alimento ingerido en EUA se precisan 10 calorías de combustibles fósiles. Datos parecidos los podríamos dibujar para la producción de plaguicidas, fertilizantes, medicamentos, plásticos, detergentes etc. Sólo el transporte de mercancías, alimentos, etc. engulle el 40 % del petróleo mundial. La nuestra es una vida que depende de los combustibles fósiles. De ahí la importancia de empezar a buscar alternativas antes que se produzca el declive del petróleo.   

El tema no es tanto “que se acabe” como que, no tengamos suficiente para mantener viable nuestra economía. Hagamos un símil con otro recurso básico, por ejemplo, el agua del cuerpo humano. Este contiene un 70% de agua por lo que un hombre de 80 Kg contiene unos 56 kg de agua. Sin embargo, una persona muere deshidratada con sólo perder entre 8 y 12 litros. O sea  que la pérdida de entre un 10 y un 15 % de este recurso básico para el metabolismo biológico es suficiente para llevar nuestro cuerpo a la muerte. Los expertos en marcoeconomía opinan que nuestra fuertemente dependiente petroeconomía  con una diferencia de tan sólo el 10- 15% entre la demanda y la producción será suficiente para destruir por completo la economía actual y reducir nuestra civilización a la pobreza, la violencia global y otros efectos incalculables, eso sin contar los posibles efectos del cambio climático que son impredecibles. Basta recordar que las crisis petroleras de los años 70, registraron caídas de tan sólo 5% pero que se tradujeron en incrementos de casi cuatro veces en el precio. Afortunadamente esas crisis fueron sólo transitorias porque eran de origen político. Ahora, el agotamiento de las reservas baratas y un crecimiento global de la economía de más del 3 % son más persistentes.

En nuestra civilización, como en ninguna otra época en la historia humana casi todo el trabajo efectuado y cuantificado por la economía (la manufacturación de productos, la construcción, el transporte, etc.) se realiza con energía derivada de los combustibles fósiles. En comparación, el trabajo realizado por la energía de la sangre del músculo humano es mínimo. No hay que ser adivino, ni conspirador, ni fanático para que valoremos que tenemos un problema de civilización que sólo un cambio radical de estilo de vida puede solucionar. Ciertamente, tampoco hay parangón en toda la historia humana del inmenso potencial de comunicación que disponemos y, por tanto, de unir esfuerzos en todos los continentes. Cambiar hábitos para reducir el consumo de energía no requiere esfuerzos inhumanos. Concretar las vacaciones en lugares cercanos, reducir el uso del coche privado para los desplazamientos por la ciudad, aislar bien el hogar para ahorrar electricidad o comer menos carne y más productos locales sería un buen comienzo. Mientras, debemos seguir explorando las nuevas alternativas energéticas. El problema es que no hay alternativa posible si continuamos multiplicando el consumo energético y de recursos naturales.

En cualquier caso, el llamado peak oil, la crisis del petróleo (1) (2), el cambio climático, la muerte del ambientalismo o la apología del militarismo son signos inequívocos que invitan a la reflexión y que inexorablemente nos deben conducir a simplificar nuestra vida. Curiosamente, en Estados Unidos, los movimientos sociales a favor del Simple Living, o los europeos como el Slow Food van en esta dirección de ser responsables con el planeta que nos ha prestado y que debemos legar habitable a las futuras generaciones. Sólo de esta forma existirá vida cuando el petróleo sea un recurso valioso no para quemar y convertir en sólo emisiones tóxicas de efecto invernadero sino para producir bienestar comedido. Nunca lo hemos tenido más fácil para estar mejor de forma solidaria con el resto de la familia humana y el resto de los seres vivos que nos acompañan en este bello planeta.  

(1) Heinberg, Richard. The PARTY'S OVER Oil, War and the Fate of Industrial Societies
(2) Pfeiffer, Dale Allen. The End of the Oil Age









Canviat
09/02/2017