Contra el expolio económico

Durante décadas el capital ha hecho su beneficio a partir del miedo. Ya se han privatizado los transportes, la energía, las telecomunicaciones, etc. Ahora ya, sin escrúpulos, nos amenazan con el terror del expolio final de lo que queda del patrimonio público:la sanidad, la educación, el ejército, etc. El eufemismo de este expolio real y evidente se llama liberalización. Un método ideado por economistas sin escrúpulos como sistema para apropiarse del bien común. Su principal argumento es que la gestión privada es mejor que la pública y que será más barata. Lo que no dicen es que de barata no tiene nada y que perjudica a los usuarios de los servicios al mermar su calidad. A su favor, hay el beneficio económico para los accionistas y sobretodo para sus directivos; véase sino ejemplos como la telefonía, la energía eléctrica, el transporte, etc. El expolio del servicio público o patrimonio público acumulado por los Estados, es decir, por la comunidad de sus ciudadanos, a parte del beneficio económico que supone para los ricos capitalistas que lo tomarán, es una forma de control político. Con los servicios básicos privatizados la ciudadanía se convierte en esclava de las empresas. Y todo esto está sucediendo con la connivencia de los políticos electos que ratifican la “venta de empresas o servicios públicos” con la excusa de reducir el déficit público.

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La telefonía, un claro ejemplo de privatización para engordar el capital financiero.

La receta "nada de impuestos y el mercado se autoregula", son los conceptos que esgrime el capital salvaje. Pero, en realidad, lo que persigue el Mercado es simplemente que no haya dinero ni servicios para el bien común. Que todo sea de pago, que los ciudadanos seamos clientes produciendo beneficios para los de siempre. Un buen ejemplo es la telefonía en España. Este es el país de Europa con las tarifas más caras en el servicio de ADSL y de tarifas telefónicas. Eso sí, la empresa privada que ostenta la infraestructura telefónica heredada del servicio público sigue ofreciendo una alta rentabilidad para los inversores a costa de exprimir a la ciudadanía. Además, estas influyentes empresas expúblicas convertidas al puro beneficio accionarial particular extorsionan de vez en cuando a lo político reclamando más beneficios. Este es el caso de la obligación de instalar una línea telefónica dedicada a emergencias en los ascensores que sin llamada alguna las comunidades de vecinos pagan por ella unos 18 euros al mes (tarifa 2010) y el coste de las llamadas en caso de emergencia se efectúa sobre números 902 para que sean más caras que una simple llamada local. Es un claro ejemplo de la política al servicio del beneficio privado.

 

Esclavos económicos
Se nos advierte sobre que seamos más austeros, pero en realidad todo es una excusa para amputar derechos esenciales en nombre de la seguridad y de la libertad. Tanto da que sea el recorte de las pensiones como la privatización total del abastecimiento de agua potable. El capital persigue que dejemos de ser ciudadanos de un estado de derecho para ser meros adictos al sistema consumista, por eso la publicidad trabaja con las mejores técnicas de captación psicológica. Mientras, la economía financiera sacude el patrimonio público y lo parasita sin tregua. El dinero por el dinero se aprovecha de la globalización para circular a la velocidad de la luz por todo el planeta, mientras que la democracia opera de forma territorial o nacional y con mecanismos de decisión precibernéticos. Esta descompensación convierte de facto a los gobiernos en simples títeres del dinero. Por eso no se toman medidas políticas para poner entre rejas la economía financiera de una vez.

La privatización resulta muy apetitosa cuando son empresas públicas saneadas y con beneficios. Este es el caso de la operación que pende sobre la empresa pública El Canal de Isabel II en Madrid.

¿Cómo globalizar la democracia para que esta controle a la economía financiera? No hay políticos que sepan dar una respuesta a esta realidad. Pero hay una cuestión clara: el capital no tiene fronteras, la política sí. El capital no tiene ideología, las sociedades humanas sí. Es una lucha casi imposible por lo descompensada. El dinero, tiene en común hacer más dinero sin más. La ciudadanía intenta obtener la mejor convivencia posible. Sin duda, habrá que inventar nuevas formas de organización social. El único lenguaje que entiende el capital es la huelga de consumo, la desobediencia para frenar el expolio de la economía de la nada. Lo demostró Gandhi con el impuesto de la sal con el que el Imperio británico quiso doblegar al pueblo indio. Pero, no es suficiente, en nuestra sociedad de la información debemos protegernos de la intoxicación informativa. La única protección es dedicar menos tiempo a las pantallas de ordenador y a la televisión y más tiempo en dialogar y construir nuevas visiones en sociedad.

El modelo social que nos venden es luchar para sobrevivir e ir eliminando contrincantes. La competitividad se impone frente a la cooperación o la solidaridad. La primera tiene premio a las otras se las degrada. Se incentiva la individualidad con la orla de la supuesta facilidad de relación, pero en realidad, desde iniciativas como el facebook hasta los buscadores no cesan en dificultar el realismo. Se nos impone el materialismo, no somos nada sino tenemos de todo. En nuestros objetos nos indican que reside nuestro encanto, nuestro poder. Y con el consumismo exacerbado vamos dilapidando lo más precioso que tenemos, el planeta Tierra, nuestro hogar común. Nos han convertido en esclavos y seres alienados, infelices y asociales. Podemos entusiasmarnos en un campo de fútbol admirando a los jugadores que ganan en un simple partido lo que a decenas de obreros les cuesta ganar en un año de trabajo. Pero somos felices si ganan “los nuestros”.

Protesta social contra la crisis económica financiera.

Superar el irrealismo vital
Como escribía el autor portugués Gabriel Magalhaes “lo más repugnante es que Europa se someta al capitalismo global sin rechistar. Nuestros gobiernos sólo aspiran a ser alumnos cumplidores de la escuela del dinero. Y no debería ser así. La Unión Europea puede inventar un modo particular de estar en el mundo. Un horizonte nuestro: libre, activo y atrevidamente humano”. Y podríamos puntualizar, con la advertencia del pensador Satish Kumar: “el origen tanto de la crisis personal como de la crisis global se halla en el concepto de dualismo. Dondequiera que se dé, ya sea en China, India, Japón, África o Europa, es esa creencia en el dualismo, la separación, la fragmentación y el individualismo la que nos ha desencaminado. La respuesta no es apartarse de Europa, sino del dualismo, para volver a la conectividad de todas las cosas. Todos los seres son nuestros parientes. Toda la Tierra es una familia, nuestra comunidad… La frugalidad, la simplicidad y la moderación son los imperativos ineludibles en estos tiempos cruciales. Si somos solidarios y generosos con la naturaleza, ella corresponderá del mismo modo”.

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Protesta social. Okupación de la sede de le entidad bancaria Banesto Barcelona. Septiembre 2010.

Debemos dejar de ser una metáfora del peor depredador imaginable. Debemos de abandonar la idea de perseverar en ser una especie incapaz de respetar lo más sagrado: su descendencia. Debemos perseverar para dejar de envenenar el entorno natural que conlleva que decenas de generaciones venideras vayan a sufrir de la intoxicación química y el efecto invernadero.

Muchas cosas debemos cambiar si queremos salir, no ya de la crisis socioambiental sino, también de la crisis que subyace de fondo que es el irrealismo vital que se ha apoderado de nuestro tiempo. Un irrealismo que se debe a que “hemos perdido el sentido del amor, el sentido de la aceptación sin juicio previo”. Un irrealismo que nos empuja a diseñar el mundo para que se ajuste a nosotros y en la cual la naturaleza trabaja para nuestro beneficio. Este irrealismo sólo puede ser combatido con el amor ya que es el único que nos permite la interdependencia en la reciprocidad, en la aceptación y en el agradecimiento. Tan sencillo como cierto. En algún momento deberemos pasar de las reflexiones a la desobediencia civil con los poderes económicos y los políticos implícitos.

 

Redacción: Equipo terra.org. Fotografías: Fundación Tierra.

 

Changed
09/02/2017

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