Antes indigente que beneficiar a un neoliberal
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El capitalismo neoliberal no nos permitirá ni cambiar la muda si seguimos tan mansos. Foto: Fundación Tierra.

Por una vez nos centraremos en un tema económico, disciplina que debería ser un subsistema de la ecología planetaria y no al revés como ahora. Lo que sigue es sólo un ejemplo, pero ilustrativo de como nos esclavizan. Las medidas socioeconómicas del gobierno socialista del Presidente Zapatero son por el bien de todos los españoles, y por eso nunca podremos agradecerle bastante la venta a precio de ganga del país entero (incluidos probablemente, su ciudadanía). Eso si no hacemos la revolución como en Islandia. Mientras nos argumentan que es por el bien colectivo, lo que uno puede fácilmente observar es que todo responde a un marketing bien orquestado para exprimirnos hasta el tuétano, y como si hubiéramos sido pinchados con curare, permanecer inmóviles e impasibles. Que las cajas de ahorros estaban envenenadas por el ladrillo era bien sabido, pero el Banco de España lo permitió sin más. Aunque todo el mundo sabía que los peritos, por ejemplo, engrosaban las valoraciones de los inmuebles, etc., la fiscalía del Estado no intervino. El Gobierno podría invertir en este déficit y en el fortalecimiento de las cajas y aprovechar para nacionalizar estos activos. En cambio, la llamada bancarización de las cajas que con tanto ímpetu impulsa el Gobierno es para que vayan a ganar los fondos de inversión extranjeros. Lo mismo sucede con la privatización de las pensiones. Las pensiones, sistema público para garantizar la seguridad vital cuando su ciudadanía llega a vieja, hasta ahora estaba administrada por el erario público. Hoy se ha convertido en una “moneda de cambio" para que, en forma de deuda, estos ahorros colectivos vayan al mejor postor: bancos y entidades financieras.

Detrás de las actuales medidas de privatización no hay otra razón que "regalar" verdaderos negocios colectivos a unos pocos. Los sindicatos han planteado sus críticas y han organizado una huelga general en la que muchos participamos. Los cambios estructurales económicos tienen un fin claro: empobrecer la clase media a toda costa, tal y como han ilustrado algunos expertos. Las medidas económicas del Gobierno de Zapatero responden a órdenes superiores. Podemos manifestarnos y podemos gritar, pero nos tienen pillados por el dinero que no queremos arriesgar. O sea que si queremos evitar la dilapidación absoluta de los logros sociales de más de medio siglo, habrá que plantearse una lucha diferente y darle al capital donde más duela. Así que el lema colectivo debería ser "antes indigente que esclavo de un neoliberal".

Tengo un plan de pensiones que la empresa nos propuso como medida social y lo depositamos en una caja de ahorros. No ponía más que 9 euros al mes (lo mínimo pactado por las partes que lo negociaron) y la empresa una cantidad similar al año. Lo acepté, pues era voluntario (aunque bien aderezado para que pareciera goloso), por ser una cuestión simbólica y una forma de que la caja de ahorros que lo garantizaba tuviera más recursos para la Obra Social. Pero, de pronto, el entorno que me llevó a esta decisión un poco cabizbajo ha cambiado, y las reglas en este tema se han pervertido. La caja de ahorros será un banco y la estrujarán los inversionistas ávidos de beneficios a nuestra costa, lo más seguro alemanes o qatarienses. La Obra Social si la hay, será puramente simbólica, pues lógicamente los inversores no dejarán de exprimirla.

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Una nueva banca  sólo nacerá cuando le retiremos nuestros ahorros. Foto: Fundación Tierra.

Así he llegado a mi única salida frente a este dilema ético:  abandonar el plan de pensiones (ni que fuera simbólico) para que no sean los usureros quienes se beneficien cada año y jueguen al bingo feliz de las transacciones financieras bursátiles por todo el planeta. Insisto: llega una momento que hay que plantarse: prefiero ser un indigente cuando me jubilen, si es que puedo jubilarme y no surge antes una nueva propuesta neoliberal para que todos trabajemos hasta la muerte, y para pagar la deuda pública del país del que uno es ciudadano gracias a  que las reglas económicas son las de los grandes grupos financieros que poco tienen de realistas. O puede que simplemente, nos animen a morir dignamente para ser convertidos en picadillo y fabricar hamburguesas cuando ya seamos parados, y de este modo reducir gastos sanitarios y sociales. Como en la película Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973) que, por cierto, estaba ambientada en un cercano 2022.

Así que he planteado a mi empresa revocar este plan de pensiones. NO con el interés de recuperar lo invertido sino para simplemente cancelarlo y donarlo al propio Estado o a una ONG cualquiera. En definitiva, que mis 1.400 euros acumulados en diez años no vayan a ser objeto de especulación bancaria. Sin embargo, resulta que NO es posible rescindir un plan de pensiones por motivos éticos y entregar el dinero a fines sociales.

Desde el matrimonio a un contrato laboral, todo puede rescindirse con un protocolo justo. Pues resulta que cancelar un Plan de Pensiones para que no lo disfruten los especuladores financieros no es posible. Incluso en algo tan supuestamente endiosado como el bautismo de la iglesia Católica, existe un procedimiento para anularlo: la apostasía. Pero está claro que el poder financiero no quiere perder la tajada que puede sacarnos de cada uno de nosotros, y especialmente, amenazando la seguridad de nuestro futuro. El futuro se escribe como lucha en el presente. Por eso creo que es importante renunciar al dinero de los planes de pensiones para que no lo disfruten los neoliberales.

Antes indigente con libertad que esclavo sin dignidad. Foto: Fundación Tierra.

Así que me he propuesto primero cancelar mi aportación al plan de pensiones, pero a continuación exigir a través de las instituciones el derecho a que lo que quede bloqueado de mi plan de pensiones no sea pasto de la privatización salvaje. Soy de los que creo que no basta con gritar sino que hay que actuar y utilizar lo que tenemos: nuestra paz interior, nuestra conciencia, y convertirla en un acto de consecuencia. Por el momento, pensaba que sólo la muerte no tenía remedio alguno y que aquella era la única no negociable. Ahora he descubierto que los Planes de Pensión tampoco son negociables para cancelarlos por motivos éticos. No vale entregarle el dinero a los necesitados. Tan sólo se pueden detener las aportaciones, pero el dinero hasta aquel instante acumulado seguirá en el banco custodio; no vale con renunciar a lo que a uno le pertenece ni por altruismo social… Mi único interés es que este dinero, aunque quede paralizado, no permanezca en el banco o caja en el que está depositado (la normativa sí permite recuperarlo legalmente en el caso que uno se jubile, sea declarado baja laboral por enfermedad grave o paro de larga duración). Frente a la liberalización de las pensiones lo más sensato es optar por la indigencia cuando a uno le retiren. Un país de indigentes (que vamos camino de ello, por otra parte con o sin planes de pensiones privados) quizás nos permitiría ser más libres al no ser bendita carroña de los neoliberales.

Deberíamos emprender actuaciones directas que aunque sean de renuncia personal den un perfil de compromiso claro con la libertad, el bien común, la solidaridad intergeneracional o la sostenibilidad planetaria. La cuestión es si estamos dispuestos a no seguir siendo consumidores convulsivos y esclavos monetarios. Con nuestro dinero tenemos mucho poder y no hablo de banca ética, sino de ética socioeconómica desde el corazón de cada cual, que es diferente.

 

Modificado
09/02/2017

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