El clima para el cambio



El clima para el cambio
Publicado el 9 de noviembre de 2008 en The New York Times
La opción inspiradora y transformadora del pueblo americano al elegir a Barack Obama como nuestro 44º presidente, pone los fundamentos para otra decisión clave que él –y nosotros– debemos tomar este enero, para iniciar el rescate de emergencia de la civilización humana de la inminente y cada vez mayor amenaza por la crisis del clima.


Al Gore en una de sus charlas sobre cambio climático (Fuente: Wikipedia).




La energía solar debe jugar un papel importante en el nuevo sistema energético estadounidense.




Los aerogeneradores deberían alimentar gran parte de la red eléctrica nacional.


El carbón sigue siendo un combustible fósil caro y con altas emisiones de CO2, a pesar de los nuevos desarrollos.


Necesitamos una nueva energía para salvaguradr el futuro de la civilización en el planeta.

Noviembre, 2008. La electrizante redención de la revolucionaria declaración de América de que todos los seres humanos nacen iguales, prepara el escenario para renovar el liderazgo de Estados Unidos en un mundo que necesita desesperadamente proteger su dotación primaria: la integridad y la vida en el planeta.

La autoridad mundial en la crisis del clima, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, después de 20 años de estudio detallado y de cuatro informes unánimes, dice ahora que la evidencia es “inequívoca.” A los que todavía están tentados a ignorar las alarmas cada vez más urgentes de los científicos de todo el mundo, que no hacen caso de la fusión del casquete glaciar del Polo Norte y de todas las otras advertencias apocalípticas del planeta, y que ponen los ojos en blanco cuando se menciona esta amenaza para la existencia futura de la especie humana: despierten, por favor. Nuestros hijos y nietos necesitan que escuchen y reconozcan la verdad de nuestra situación, antes de que sea demasiado tarde.

La solución es una buena noticia
Aquí están las buenas noticias: los atrevidos pasos que son necesarios para solucionar la crisis del clima son exactamente los mismos pasos que deben hacerse para solucionar la crisis económica y la crisis de la seguridad energética. Los economistas en todo el país –incluyendo Martin Feldstein y Lawrence Summers– están de acuerdo en que las inversiones grandes y rápidas en una iniciativa de infraestructuras, intensiva en empleos, son la mejor manera de restablecer nuestra economía de una manera rápida y sostenible. Muchos también concuerdan que nuestra economía quedará rezagada si continuamos gastando centenares de miles de millones de dólares en petróleo extranjero cada año. Además, los expertos en seguridad nacional de ambos partidos coinciden en que nos enfrentamos a una vulnerabilidad estratégica peligrosa si el mundo pierde repentinamente el acceso al petróleo de Oriente Medio.

Como Abraham Lincoln dijo durante la hora más oscura de América, “The occasion is piled high with difficulty, and we must rise with the occasion. As our case is new, so we must think anew, and act anew” (1). En nuestro caso presente, el nuevo pensamiento requiere deshacerse de una anticuada y fatalmente dañina definición del problema al que hacemos frente.

Cómo cubrir las necesidades energéticas nacionales
Esta última semana ha hecho treinta y cinco años que el presidente Richard Nixon creó el Project Independence, que fijó una meta nacional para que, en el plazo de siete años, los Estados Unidos desarrollaran “el potencial para cubrir nuestras propias necesidades energéticas sin depender de ninguna fuente de energía extranjera”. Su declaración se realizó tres semanas después de que el embargo petrolero árabe hubiera elevado súbitamente los precios, alertando América de los peligros de la dependencia del petróleo extranjero. Y –no de forma casual– llegó justamente tres años después de que la producción petrolífera doméstica de Estados Unidos hubiera alcanzado su pico.

Entonces, los Estados Unidos importaban menos de un tercio de su petróleo de países extranjeros. Hoy, después de que los seis presidentes después Nixon repitieran su misma meta con otras versiones parecidas, nuestra dependencia se ha doblado de un tercio a casi dos tercios, y muchos perciben que la producción petrolífera global está cerca de su pico.

Algunos todavía ven esto como un problema de la producción nacional. Si pudiéramos aumentar sólo la producción de petróleo y carbón en el país, argumentan, no tendríamos que confiar en las importaciones de Oriente Medio. Algunos han aparecido incluso con nuevas maneras más sucias y más costosas de extraer los mismos viejos combustibles, como líquidos del carbón, pizarra de petróleo, arenas de alquitrán y la tecnología del “carbón limpio”.

Pero en todos los casos, los recursos en cuestión son mucho más caros o contaminantes, o, en el caso del “carbón limpio”, demasiado fantasiosos para marcar una diferencia en la protección de nuestra seguridad nacional o del clima global. De hecho, los que gastan centenares de millones para promover la tecnología del “carbón limpio”, constantemente omiten el hecho de que hay muy poca inversión y ni un solo gran proyecto de demostración en Estados Unidos para capturar y enterrar con seguridad toda esta contaminación. Si la industria del carbón puede hacer real esta promesa, entonces estaré de su lado. Pero hasta que no llegue ese día, no podemos simplemente alargar y retrasar la estrategia para la supervivencia humana en una ilusión cínica e interesada.

Un plan para reenergizar América: grandes inversiones para tecnologías del siglo XXI y una red eléctrica nacional inteligente
Aquí está lo que podemos hacer, ahora: podemos hacer una inversión estratégica inmediata y grande para poner a gente a trabajar sustituyendo las tecnologías energéticas del siglo XIX que dependen de los combustibles basados en carbono, peligrosos y costosos, por las tecnologías del siglo XXI que utilizan combustibles que serán accesibles siempre: el sol, el viento y el calor natural de la tierra.

Lo que sigue es un plan con cinco partes para reenergizar América con el compromiso de producir el 100 % de nuestra electricidad de fuentes libres de carbono en el plazo de diez años. Es un plan que nos movería simultáneamente hacia soluciones a la crisis del clima y a la crisis económica, y crearía millones de nuevos trabajos que no pueden ser externalizados.

Primero, el nuevo presidente y el nuevo congreso deben ofrecer grandes inversiones e incentivos para la construcción de centrales térmicas de concentración solar en los desiertos del sudoeste, para los campos de viento en el corredor que va de Texas a Dakota y para plantas avanzadas en los puntos calientes geotérmicos que podrían producir grandes cantidades de electricidad.

En segundo lugar, debemos comenzar el planeamiento y la construcción de una red eléctrica nacional inteligente, para el transporte de la electricidad renovable de las áreas rurales donde básicamente se genera, a las ciudades donde básicamente se utiliza. Las nuevas líneas subterráneas de alto voltaje, con bajas pérdidas, se pueden diseñar con dispositivos “inteligentes” que proveen a los consumidores de información sofisticada y de herramientas fáciles de utilizar para conservar la electricidad, eliminar la ineficacia y reducir sus facturas de energía. El coste de esta red moderna –400.000 millones de US$ durante diez años– palidece en comparación con la pérdida anual de empresas americanas de 120.000 millones de US$ debida a los fallos de conexión en cascada, que son endémicos a nuestras actuales líneas de electricidad balcanizadas y anticuadas.

Coches híbridos enchufables, eficiencia en edificios y Copenhague
Tercero, debemos ayudar a la industria del automóvil de América (no sólo a las tres grandes, sinó también a las nuevas compañías que empiezan) para adoptar rápidamente los híbridos enchufables que pueden funcionar con la electricidad renovable, que estará disponible a medida que el resto de este plan madure. Junto con la red eléctrica unificada, una flota a escala nacional de híbridos enchufables también ayudaría a solucionar el problema del almacenaje de electricidad. Piense en ello: con esta clase de red, los coches se podrían cargar durante las horas de bajada del uso de energía; durante las horas punta, cuando pocos coches están en marcha, podrían aportar su electricidad nuevamente a la red nacional.

Cuarto, debemos emprender un esfuerzo a escala nacional para adaptar los edificios con un mejor aislamiento y con ventanas eficientes en energía e iluminación. Aproximadamente un 40 % de las emisiones de dióxido de carbono en los Estados Unidos proviene de edificios, y detener esta contaminación ahorra dinero a los dueños de la casa y las empresas. Esta iniciativa debe juntarse con la propuesta en el Congreso para ayudar a los americanos que cargan con hipotecas que exceden el valor de sus hogares.

Quinto, los Estados Unidos deben liderar el camino, poniendo un precio al carbono aquí en el país y liderando los esfuerzos en el mundo para sustituir el tratado de Kyoto el próximo año en Copenhague por un tratado más eficaz, que priorice las emisiones globales de dióxido de carbono y anime a las naciones a que inviertan juntas en modos eficaces de reducir la contaminación que rápidamente provoca el calentamiento del planeta, incluyendo la importante reducción de la tala de árboles. Por supuesto, la mejor manera –de hecho, la única manera– de asegurar un acuerdo global para salvaguardar nuestro futuro es restablecer Estados Unidos como el país con la autoridad moral y política para llevar al mundo hacia una solución.

Un desafío para las generaciones jóvenes
Mirando al futuro, tengo gran esperanza de que tendremos el valor de abrazar los cambios necesarios para salvar nuestra economía, nuestro planeta y, en última instancia, a nosotros mismos.

En una anterior era transformadora en la historia americana, el presidente John F. Kennedy desafió nuestra nación a hacer aterrizar un hombre en la luna en el plazo de 10 años. Ocho años y dos meses después, Neil Armstrong pisó la superficie lunar. La edad media de los técnicos que animaron el Apolo 11 desde la sala de control de Houston ese día era de 26 años, lo que significa que su edad media cuando el presidente Kennedy anunció el desafío era de 18.

Este año vi, de forma similar, el surgimiento de los americanos jóvenes, cuyo entusiasmo ha electrizado la campaña de Barack Obama. No hay duda de que la energía de este mismo grupo de jóvenes desempeñará un papel esencial en este proyecto para asegurar nuestro futuro nacional, convirtiendo metas aparentemente imposibles en éxitos inspiradores.




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(1) "La ocasión se apila en la dificultad, y debemos levantarnos con la ocasión. Nuestro caso es nuevo, así que debemos pensar de nuevo y actuar de nuevo".


Al Gore, fue vicepresidente de EE.UU. de 1993 a 2001 y fue co-premiado con el Premio Nobel de la Paz en  2007. Ha fundado la Alliance for Climate Protection y, como empresario, invierte en empresas de energías alternativas.
Al Gore
www.algore.com


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Modificado
09/02/2017

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