Peligrosa primavera nuclear




Peligrosa primavera nuclear
La prensa española pierde la imparcialidad frente a la cuestión nuclear

Marzo 2009. Se espera de la prensa que sea imparcial y que ofrezca los puntos de vista de una forma plural. Pero en determinados temas está claro que no es así y que más bien los periódicos se convierten en esclavos de los propios medios que les dan la publicidad.

Por múltiples que sean las declaraciones de intenciones, no hay empresa alguna que haya puesto sobre la mesa un solo proyecto de nueva central nuclear en España, ni aún con la excusa del cambio climático. El sector nuclear sabe muy bien que está en un proceso de gangrena final, que lo llevará a la muerte definitivamente en unos pocos años. Los números económicos y la competitividad de otros sectores energéticos, empezando por los servicios energéticos, siguiendo el ciclo combinado con gas natural con cogeneración y acabando por las renovables, hacen inviable cualquier apuesta del capital privado por continuar con una energía peligrosa para la salud y el medio ambiente como es la nuclear.

Sin embargo, también es cierto que el lobby nuclear necesita ahora mismo la presión social para evitar el primer gesto prometido por el Gobierno presidido por Zapatero de poner un calendario de cierre de las nucleares. Un calendario que, a la fuerza, debe existir, porque las centrales envejecidas, como cualquier máquina, deben amortizarse definitivamente o darse de baja antes de que uno se accidente de forma mortal. Por eso, en los vehículos existe la Inspección Técnica de Vehículos (ITV). Algo similar sucede con las centrales nucleares, que precisan cada cierto período renovar su licencia.

El próximo mes de julio vence la de la primera central nuclear española, la de Garoña, que llega a cumplir 38 años. Con una potencia de sólo 459 MW, su rendimiento es mínimo y las inversiones en seguridad no serían rentables. Sin embargo, el lobby nuclear quiere hacer de Garoña su propia “resistencia numantina” y obligar a una recarga más (duran dos años), como gesto de que es capaz de doblegar al Gobierno, como siempre lo ha hecho.

Para ello han puesto toda la carne en el asador. Primero, el expresidente González, impulsor de la moratoria nuclear, se hace “pronuclear”. El expresidente Aznar es el mayor cruzado de que el cambio climático no existe y de que el poderío nuclear es la mejor inversión. Además, se cita hasta la saciedad a los ya clásicos “ecologistas” que ahora son pronucleares, empezando por  el padre de la teoría Gaia, James Lovelock, quien argumenta que en Chernobil no murieron más de 100 personas.

Ahora le está tocando el turno a los catedráticos de física que durante años han vivido en el albergue de las investigaciones financiadas por el sector. Recordemos que sólo ENRESA, la empresa nacional que gestiona los residuos radioactivos, y el propio Consejo Nuclear, financian investigaciones sobre el tema en las universidades. Esta responsabilidad ha recaído en personajes como Juan José Gómez Cadenas, quien se autoproclama Gran Inquisidor contra la
nueva iglesia laica del ecologismo, refugiada, según él, «en el dogmatismo de gente que tiene opiniones y no sabe por qué». Con su título bajo la barba, este profesor de Investigación del CSIC es el firmante de un libro –El ecologista nuclear– al que el sector nuclear pretende dar alas como sea. Entrevistas y reportajes de encargo se están publicando en los períodicos. De entre todos ellos destaca EL PAÍS. En formato de reportajes que deberían ser calificados de PUBLIREPORTAJES, este profesor –como en su día otro científico, el primo de Rajoy– salen en defensa de actos heroicos para  “derribar los falsos mitos erigidos en torno a la energía del átomo y defenderla como una solución limpia, segura, e incluso natural”.

La prensa de este país ya no contrasta nada, se pone al dictado de quien más paga y, como expresaba el subdirector de un importante rotativo español, “no olvidemos que un periódico hoy en día es un folleto publicitario con noticias y quien pone la publicidad determina la orientación de las noticias”. Ante esta realidad, los lectores debemos tomar conciencia de que con nuestros 1,10 euros diarios podemos realmente hacer caer el mito de la manipulación informativa sin pluralidad. Si uno contrasta las informaciones volcadas en el El ecologista nuclear se dará cuenta de que son puras opiniones, sin apenas datos que las refrenden. En cambio, el libro El espejismo nuclear es un torrente de datos fidedignos del propio sector, pero interpretados con las claves de la economía actual. Pero manejar muy bien los datos no merece la misma cobertura informativa que volver a empaquetar los viejos argumentos de una industria moribunda bajo un título “provocador”.

Los llamados incautos ecologistas, los que creemos que en las sociedades avanzadas soplan desde hace lustros vientos de cambio, sabemos que el importante esfuerzo económico en España a favor de las renovables hace que ahora en el New Deal de Barack Obama se nos valore como un aliado estratégico importante. Todos estos “ecologistas”, nada utópicos, vemos en las renovables y en la eficiencia energética la apuesta principal no sólo para luchar contra el cambio climático, sino para poner sensatez socioeconómica. Ha llegado la hora de hacer objeción energética. Ha llegado de la hora de expresar de forma enérgica que no tenemos que cerrar la ERA NUCLEAR para abrir la ERA de la MICROGENERACIÓN. Nuestra sociedad no habría avanzado en el acceso a la información si sólo hubiéramos apostado por los grandes ordenadores. El verdadero poder de la información está en las redes de los pequeños ordenadores personales. Unos no excluyen a los otros, pero hay que jubilar a los dinosaurios energéticos que representan las nucleares. No es fácil, son 50 años de lobby nuclear. Nunca este país, por suerte, consiguió la bomba atómica, y a pesar de un grave accidente que culminó con el desmantelamiento de Vandellós I, hemos tenido la suerte de no vivir nuestro propio “Chernóbil”, pero lo rozamos.

El lobby nuclear es como un tiburón alocado, que varado en una playa y sabiéndose moribundo, está gastando todas sus energías en pegar dentellazos a diestro y siniestro. No se puede evitar. La muerte de los depredadores a veces es sangrienta. No todas las especies que se saben moribundas aceptan retirarse con discreción para dejar paso a nuevas especies. El lobby nuclear no dejará que se implanten la eficiencia, las renovables y la microgeneración. Pero sobre todo, el lobby nuclear lucha por el elevado rendimiento que ahora obtienen de sus amortizadas inversiones, en parte pagadas todavía por todos con la moratoria nuclear que sigue cayendo mes a mes en nuestros recibos de la electricidad. El ecologista nuclear es un libro de opinión –que no de datos–, al igual que los medios que no son capaces de dar pluralidad al tema y, al menos, poner en igualdad de visualización a expertos como el Dr. Marcel Coderch, autor de El espejismo nuclear. Merecen, pues, nuestra objeción. Por tanto, invitamos al boicot urgente contra periódicos como EL PAÍS, mientras no rectifiquen y no sean plurales. Pero ésta es una carrera de fondo, como decíamos. Luchar contra el cambio climático precisa de nuevas herramientas y la primera de ellas es la objeción energética antes propuesta. Demos, pues, los primeros pasos. Son fáciles y nos ponen en el camino, como propone la campaña Yo soy antinuclear y de apoyo al cierre de Garoña.



Modificado
09/02/2017

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