Bicifelicidad y 20.000 km en citybike

Llevo 30 años pedaleando sobre el asfalto urbano. Durante estas tres décadas me han acompañado cuatro bicicletas, todas ellas exclusivamente empleadas como medio de transporte urbano. Curiosamente, nunca usé la bicicleta para ir a la montaña, ya que para mí el monte es para acariciarlo con mis pies y sentirme anclado en su tierra. 

Retrato del biciartista y biciautor de La revolución de las mariposas en bici plegable.

La primera bici, cuando fuí mayor de edad, fue una vieja Solex a la que le habían quitado el motorcillo delantero. Era pesada, pero con ella iba a trabajar cada día recorriendo unos 4 km diarios. Luego, al cabo de unos cuatro años, me hice con una bici montada a piezas encontradas en un desguace. Ésta es la que vivió los grandes amores y desamores de juventud. Es la que más duró, cerca de doce años, hasta que un bache imprevisto sobre el asfalto le rompió el cuadro por la mitad. Ese fatal desenlace para ella, también supuso para mí un porrazo imponente. Entonces, compré otra bicicleta pero de segunda mano, semi-nueva, con un cuadro de bicicleta de carretera pero con manillar plano. De ésta me enamoré de verdad, aunque estuve menos de diez años con ella. Me la robaron frente a una cámara de seguridad, que luego me dijeron que era de atrezzo. Tuve unas semanas de duelo por su pérdida, hasta que compré otra de segunda mano, de lo más parecida a la anterior. No acabamos de compenetrarnos, pero ella me acompañó el día que me exilié políticamente de mi ciudad natal para instalarme en los bajos fondos de la metrópolis. Pocos años pasaron hasta el día de primavera que casualmente llegué a Espaibici, templo de la bici urbana; allí vi la luz de la bicifelicidad.

El 30 de mayo 2005 compré mi primera bicicleta nueva, elegida por sus componentes de calidad y ergonomía, una Fetamà-Cucumber. Desde entonces y hasta el 13 de septiembre 2013, he recorrido con ella más de veinte mil kilómetros por las calles de mi ciudad. Con ella empecé a contar kilómetros recorridos. Y los primeros diez mil kilómetros fueron ya un hito para mí. Ahora, se han sumado diez mil más. Estos últimos diez mil los he pedaleado en 51 meses, recorriendo una media de 6,5 km por día. No son nada si los comparamos con los recorridos por el Biciclown, quien en el mismo tiempo en cicloruta por el globo terráqueo, ha atravesado 68 países a un ritmo de unos 40 km por día. Mis experiencias tampoco tienen nada que ver las acumuladas por Álvaro Neil, que están llenas de exotismo diverso como lo atestiguan sus imágenes sorprendentes y que comparte en su blog a diario. Mis experiencias son mucho menos espectaculares, pero no por eso dejan de sumar imágenes valiosas que atesoro en mi mente y que permiten que mi pedaleo cotidiano sobre el asfalto se convierta a diario en una vivencia llena de gozo.

Veinte mil kilómetros sobre el asfalto urbano con una citybike para el pedaleo cómodo en ciudad.

En estos últimos diez mil kilómetros he visto atardeceres multicolores, he pedaleado bajo la nieve y trombas de agua de temporales inesperados, he visto como una ciclista con Bicing casi me atropellaba por una maniobra imprudente, he advertido que muchas mujeres pedalean en una posición sin ergonomía, pues quieren ir sentadas para poder tocar con los pies al suelo sin bajarse del sillín cuando están paradas. Me he estremecido viendo a padres y madres con niños y niñas sobre sus bicicletas que, más que llevarlos al cole, parecía que se entrenaran para un número circense. He surcado calles con la vista nublada perdida entre las curvas de la silueta femenina de un gran amor. He tomando cervezas con amigos mientras mi bici reposaba tranquilamente a mi lado. Pero lo más significativo en este intervalo ha sido cuando se publicó La revolución de las mariposas de Òscar Patsí, un auténtico manual para iniciarse a la bici urbana.

Retrato frontal de mi bici urbana Fetama-Cucumber.

Podría escribir un diario sobre dos ruedas de todo lo que me ha ofrecido mi bicicleta en estos 20.000 kilómetros sumados. Desde lo sucedido arrastrando el carro de la compra Andersen con todo tipo de productos, tanto del supermercado, como de recados varios, hasta la bici utilizada como bicho para arrastrar carga. La bicicleta propia es como el oasis de tu casa donde dejas reposar tus huesos en la intimidad. Por eso renuncio a la bicicleta pública, que para mí es asimilable a la idea de tener que ir a dormir a diario en un hotel diferente cada noche. Tener una bicicleta propia se amortiza en menos de un año de pedaleo urbano y se evitan residuos, -cada año se tiran al reciclaje más de tres mil bicis del Bicing sólo en Barcelona porqué quedan hechas polvo.

Mi Fetamà-Cucumber no la recubre ninguna capa de pintura brillante, pero lleva los mejores componentes para que pueda darme felicidad y salud. Esta idea no es fácil de comprender, pues pocos ciclistas valoran lo de poner salud a la bici.

La primera sorpresa al entrar en Espaibici es que tienen todo tipo de soluciones para la mobilidad urbana en bici. Era el año 2004 y todavía siguen siendo la mejor tienda de bicis para la movilidad humana de Barcelona.

Escrupulosamente, dos veces al año la llevo al mecánico para que ajuste frenos y revise los componentes que tienen desgaste. Esto me impide gozar de ella durante unas dos semanas, depende del tiempo de espera para la llegada de una pieza y el trabajo acumulado en el taller. Todo ello, hace que me sienta seguro sobre mi bici ya que al cuidarla siento que ella me cuida a mí cuando circulo por las calles. Me siento seguro sorteando el tráfico, aunque reconozco que exige una especial atención. No llevo casco por razones de seguridad, ni llevo auriculares para escuchar música jamás. Cuando estoy sobre el asfalto los cinco sentidos son imprescindibles. Viaja conmigo en el transporte público cuando es preciso y siempre en los horarios permitidos e intentando no molestar al resto de pasajeros. Me conozco los trenes que abordaré para hacerlo por la puerta adecuada y colocar la bici en el mejor sitio.

Retrato de mi bici urbana Fetamà-Cucumber, una máquina para la mejor movilidad urbana.

Mientras pasan los años sentado sobre mi Fetamà-Cucumber me asalta también el síndrome de aspirar a una nueva bici. Cada vez que entro en una tienda de bicicletas veo modelos de bici urbana que me gustaría saborear. Quizás sea una de estas influencias de la sociedad de consumo en la cual vivimos que nos impulsa a cambiar todo cada cierto tiempo para que sea reluciente, terso y joven. La mayoría de las veces debemos cambiar lo viejo, no por falta de usabilidad, sino por culpa de la obsolescencia programada y uno tiene que aceptar la renovación a sabiendas que se causa un problema de residuos y de impacto ambiental. Pero en el caso de la bicicleta, un buen cuadro soldado a conciencia es casi imperecedero y sólo una pequeña parte de las piezas sufren un desgaste que exige reponerlas.

Mi Fetamà-Cucumber circula con las llantas y radios del primer día, con el manillar y la horquilla original, así como el cambio de marchas Dual Drive. La bolsa multiusos Klickfix la deberé renovar pronto y el agarre lo cambié en la última revisión hace unas semanas pues el anterior tenía el cierre de plástico roto, pero duró ocho años llevando pesos a veces fuera de lo recomendado por el fabricante. El sistema Rotor está en las últimas y, dado que no hay un producto como el famoso Rotor Urbano lo sustituiré por un plato Qrings del mismo fabricante. De los pilotos luminosos de Reelight, el de delante sigue siendo el original, mientras que el trasero se fundió y lo sustuí hace un año. El sillín Duopower en estos veinte mil kilómetros lo he cambiado una sola vez.  En definitiva, que voy envejeciendo de forma sensata con mi bici y acumulando horas de felicidad.

La cuenta pedaleando en bici sigue imparable... Es nuestra única opción para tener ciudades más saludables y humanas.

Al ritmo de uso diario actual los próximos diez mil serán ya para el 2017 y espero poder seguir soñando con nuevas bicis, pero amando a mi querida Fetamà-Cucumber con la que tantas horas de felicidad hemos compartido y por muchos años. Gracias a los visionarios de Espaibici que abrieron su templo ciclista y crearon una bici hecha a mano de calidad para rodar sobre el asfalto urbano.

 

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Modificado
09/02/2017

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