En el templo de los buenos terrícolas




En el templo de los buenos terrícolas ##fechadiario##
Una revolución dulce con plantas que son tu medicina natural.

Plantel de Kalanchoe y Perilla.

Variedades de frutas tradicionales, recuperadas para obtener el mejor gusto y calidad nutritiva de la tierra.

Semillas ecológicas obtenidas con amor familiar.

Azafrán de Teruel en productos sorprendentes.

Vino biodinámico expuesto con el criterio equilibrado que caracteriza a esta filosofía de cultivo ecológico.

Calabazas decorativas, arte natural para enbellecer el hogar en otoño.

Somos lo que sembramos y lo que comemos. Cada vez hay más gente que valora este principio. Y si lo que sembramos y lo que comemos mata el suelo fértil, envenena las aguas pristinas y elimina otros seres vivos colaboradores, afecta también a nuestra salud. No es por falta de visionarios que llevan cada día su sueño a la realidad. Hace décadas que la agricultura y ganadería ecológicas, la biodinámica y la permacultura -por poner algunos ejemplos- producen buenos alimentos y saludables para los humanos y nuestro entorno. Pero juzgamos que son demasiado caros. Y deben serlo, porque simplemente hay más trabajo consciente y responsable, pero también más amor, que no tiene precio (hasta que lo perdemos definitivamente). Así que cuando hay oportunidad de acercarse a estos labradores de lo ecológico, no me lo pierdo. Con tren y bici me he ido a la segunda feria de Slow Food en Lleida (3 y 4 de octubre 2009 en Fira de Lleida).

Un día soleado primero y con luna llena cuando ya regreso a casa han coronado una experiencia ecohumana que no podía quedar en el tintero. Empiezo la feria y allí están los de la Dulce Revolución vendiendo plantel de plantas comestibles que dan salud: la estevia, el kalanchoe, el lepidium, pero también las hierbas para ensaladas como la mostaza rizada verde, cuerno de ciervo, mizuma, diente de león rojo, etc. El alma mater es el agricultor Josep Pàmies. Alguien que durante décadas estuvo metido en la revolución verde con agroquímicos a tope, hasta que dijo basta. Hoy es un abanderado de las plantas comestibles como medicina natural. Fijaos que está ensayando con el cultivo de una especie de artemisa que sana la malaria, algo que al ministro de agricultura de Mali, Aghatam Ag Alhassane, presente en el evento, ha hecho que se le salieran los ojos de las órbitas... De momento, mientras el cambio climático no deje llegar a esta plaga, me aprovecho de vivir en el mundo rico y me pillo un buen cargamento de plantel de sabrosas hierbas comestibles para el huerto urbano y me voy a algunas de las charlas que diversos expertos imparten sobre el tema de nutrición y calidad de vida.

Enfrente están unos cultivadores de hierbas aromáticas y medicinales con agricultura ecológica de ConcaPam, cuyo artífice, Joan Cartañá (no se de dónde ha sacado el tiempo), ha recogido en un libro el testimonio de la agricultura de su comarca tradicional y ha recopilado la memoria histórica de un saber sensato que no puede perderse. Se recuperan las variedades de plantas comestibles cultivadas gracias a la sabiduría acumulada por generaciones, merced a la tozudez de agricultores sensatos y que no se dejan seducir por el canto de las sirenas transgénicas. Algunos jóvenes, como los semilleros de las Refardas, están ofreciendo semillas ecológicas de hortalizas recuperadas para que podamos degustar sabores insólitos. Es su modo de vida y lo muestran en jornadas de puertas abiertas, a las que estáis invitados. Si sembrar es lo que somos, ellos hacen posible que podamos degustar todavía alimentos de gran calidad nutritiva, pero de aspecto quizás menos reluciente (aunque no menos estético).

Unas paradas más allá me saboreo una copa de vino ecológico sin sulfitos. Un cabernet sauvignon del año 2003 que lleva cuatro horas reposando y aireándose. Una explosión en mis papilas gustativas. Los de la bodega de Casa Pardet cultivan con el método biodinámico y, por tanto, no sólo cultivan sin agroquímicos, sino que además atienden a otros aspectos no menos importantes. Cuidar las vides les da más trabajo, pero el producto obtenido no tiene parangón. Uno puede tomarse en pareja una botella entera y pasar una velada sabiendo que por la sangre no corre más que la esencia de la tierra.

Llego, tras seguir el paseo en este particular ecotemplo, a un producto que para mí siempre ha representado lo más sublime de las plantas cultivadas: el azafrán. Los de Servicios Integrales Turolenses ofrecen ebras de un producto ecológico que es como el oro de lo vegetal: el azafrán de Teruel. Me ofrecen una crema de chocolate con azafrán y por supuesto su licor, aunque tienen más productos. Pensamos en el azafrán como el condimento que da color a la paella, pero la realidad es que los estambres del Crocus sativa son fruto de un cultivo singular, por el trabajo que comporta recolectarlos, pero también por sus desconocidas propiedades medicinales. Se precisan unas 100.000 flores del mismo para obtener un 1kg de azafrán, lo que requiere de un trabajo manual agotador. Pero el azafrán no sólo da el toque singular a una receta culinaria, sino que es también un cofre de propiedades saludables.

Me encuentro a una vieja amiga que cría terneros que pastan por los Pirineos y reciben como complemento pienso ecológico. Su objetivo no es otro que ofrecer carne con la máxima calidad nutritiva y prepara para cooperativas de consumidores ecológicos cajas de 10 kg de ternera ecológica. La ternera ecológica Brunec hace posible, además, la supervivencia en la zonas aisladas de la alta montaña y, sobre todo, hace que personas como Assumpta nos permitan degustar una carne que nada tiene que ver con la que compraríamos en un supermercado convencional. Cada vez más familias aprecian estos valores de la calidad nutritiva porque, además, esta carne -cuando se prepara a la plancha bien caliente- permite que las proteínas coagulen y cierren el poro de la carne, reteniendo todo su jugo y quedando gustosa y tierna.

Detrás de cada uno de estos ejemplos expuestos en esta feria de Slow Food subyace una forma diferente de ver el mundo y de entender la vida. Una forma en la que se antepone el amor y el respeto por la madre naturaleza. En la misma feria está la Fundación Rodríguez de la Fuente con su proyecto Runa y les pregunto que se les ha perdido en este patio; la respuesta es clara: conservar la naturaleza requiere de la preservación de la vida rural y ésta sólo puede existir si no la envenenamos como se viene haciendo. Así que están promoviendo proyectos de recuperación de la vida rural como motor de conservación. Me parece una apuesta realmente responsable.

Aprovecho que todos estos productos cultivados con amor empiezan a tener en el sector de la restauración algunos seguidores. Así que me degusto un almuerzo ecológico de mil sabores preparados por un restaurante seguidor del movimiento Slow Food, que me deja más que satisfecho sin tenerme que hartar. Al salir, mis amigos de la microempresa AlSol están con sus cocinas y secadores solares. Aprovechando el día radiante con que nos ha obsequiado el astro rey, han preparado una paella solar que estaban saboreando varios alucinados. Pero para mí es hora de partir. El lema de la feria Slow Food no podía ser más acertado: El alimento, tu medicamento.

Nuevamente en mi mundo de lo urbano, me visiono un video en el que la comprometida doctora y monja benedictina Teresa Forcada nos explica con bases científicas, y de forma nada sesgada, el verdadero embrollo del virus de la gripe A H1N1. Aunque dura 60 minutos (vale la pena llegar hasta el final), me ha tenido bien atento. En resumen, la OMS ha cambiado la definición de PANDEMIA y ahora ésta ya no se debe referir a una enfermedad que mate humanos, sino sólo que contagie, aunque no cause más que trastornos (la mano negra de las multinacionales farmacéuticas -que incluso un nada sospechoso John Le Carre se atrevió a denunciar en El jardinero fiel- vuelve a escena). Con este aparentemente inocuo matiz, pretenden que todos nos vacunemos de algo que no es ni mortal. Recordemos que tanto escándalo mediático con la supuesta gripe porcina apenas ha matado a 2.500 personas en todo el mundo, cuando una gripe convencional estacional mata entre 40.000 y 200.000 personas y no es ni noticia. Pero hay algo claro que los medios de comunicación no transmitieron y es que en una partida de vacuna de la gripe (enviada a Europa desde Estados Unidos a principios del 2009), se mezclaron dos cepas de gripe (distribuida como supuesta vacuna); un biotécnico hizo una prueba no requerida pero que advirtió que la supuesta vacuna sí que podría haberse convertido en una verdadera pandemia mortal (¡los malos no siempre se salen con la suya!). Pero como explica también un documento elaborado por la doctora Teresa Forcada, el problema no es que haya intereses por dominar el mundo destruyendo vidas humanas, pues ésto es más viejo que la propia humanidad, sino que seamos incapaces de reaccionar y ser consecuentes frente a la irresponsabilidad de los gobiernos y de los sospechosos habituales.

Una jornada, pues, que me permite seguir pensando que los buenos somos más y que es gracias al compromiso de muchas personas que este asqueroso mundo sigue todavía siendo un lugar privilegiado para el amor por la Tierra y nuestros semejantes, aunque haya locos que quieran matarnos de gripe porcina a porrillo. Algún día, los buenos que somos más venceremos, pero no vale bajar la guardia.


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Modificado
09/02/2017

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