El oro negro de la muerte

"El mundo debería entender que el combustible que hace funcionar sus industrias es la sangre de nuestro pueblo" afirmó Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura en advertencia a las prácticas contaminantes e incluso ilegales de las grandes corporaciones que operan en la rica zona petrolera del sur de Nigeria, en el delta del Níger. En esta zona de África confluyen muchas de las grandes cuestiones de hoy: seguridad energética y seguridad humana, atentado ecológico y a los derechos humanos, calentamiento global, corrupción, lucha armada, represión, activismo político, actividad mafiosa, justicia internacional, y el silencio cómplice de los grandes medios de comunicación.

Portada del libro denuncia publicado por Icaria Editorial.

Nigeria es el primer productor de petróleo de África y el octavo del mundo. Para el Estado español, en 2010, ha sido el segundo importador de gas (20%) y el sexto de petróleo (11%). La importancia que tienen sus reservas energéticas es inversamente proporcional a la información que nos llega de las consecuencias de la acción de las multinacionales petroleras. Durante los últimos cincuenta años, se ha producido un vertido anual de crudo equivalente al del desastre del barco petrolero Exxon Valdez, el año 1989, en Alaska que ha sido sistemáticamente silenciado. El pueblo más afectado han sido los ogoni, moradores de esta región y que han visto como sus vidas se han convertido en infierno. Xavier Montanyà (Barcelona, 1961) periodista y autor de documentales nos introduce en esta obra fácil de leer pero contundente y cruda respecto al terrible legado que está dejando la extracción de combustibles fósiles en este ex paraíso africano. Uno de los líderes indígenas asesinados por la industria petrolera, Ken Saro-Wiwa lo dejó claro: "vivir un día en Nigeria es morir muchas veces en un día".

Un verdadero ejército de mercenarios a sueldo de las empresas de seguridad privada han convertido la zona en un verdadero campo de batalla. Como se narra en el libro, el conflicto del Delta de Nigeria es un terreno ideal para el estudio de nuevas formas de represión global, privada y pública. Se ha pasado de los mercenarios sin escrúpulos, de los perros de la guerra, a empresas muy sofisticadas que utilizan eufemismos políticamente correctos para definir sus actividades de seguridad, no siempre dentro de la legalidad o el respeto a los derechos humanos. Muchas de las actividades de la indsturia petrolera se efectúan en lugares inexpugnables, blindados, con dispositivos de seguridad, barreras, sistemas electrónicos, hombres armados y alambradas. Los trabajadores blancos viven en urbanizaciones fortificadas y muchos transportes se realizan con protección armada. La gente del país percibe como una invasión agresiva y amenazadora, este despliegue de gorilas americanos con mono de trabajo, "spaghetti-rambos", armas sofisticadas y electrónica "high-tech". Se estima que suman unos 100.000 guardas adscritos a empresas de seguridad privada más la "spy police", que no usan armas y cobran directamente de las empresas petroleras. Chevron tiene en nómina 250, Shell, 1.200, incluida una unidad de inteligencia, y Exxon Mobil entre 700 y 1.000.

Esta historia de terror ambiental tiene sus mártires. La mayoría no llegan a nuestros oidos, pero sí que se distinguió el luchador ogoni Ken Saro-Wiwa, de la étnia minoritaria que ha sufrido el genocidio y la destrucción ecológica de sus tierras ancestrales por culpa de Shell y del gobierno federal nigeriano. Este líder luchó des de la no-violencia contra la empresa Shell por su responsabilidad en la represión y la devastación ecológica de Ogoniland, hasta que en 1995 fue ahorcado por el gobierno nigeriano por insurgente. Su cuerpo fue rociado con ácido y se echó a una fosa común. Shell tuvo que detener la extracción petrolera en Ogoniland impulsó el terror en la zona, como se desprende de varias fuentes recogidas en la actuación judicial. De hecho, Wiwa fue acusado falsamente del asesinato de cuatro jefes de una facción diferente de los ogoni. Sin embargo, hoy el legado de Ken Saro-Wiwa sigue vivo y el libro El oro negro de la muerte es, en cierta medida, un homenaje a la tenacidad de este hombre defendiendo los derechos de sus ancestros desde la no violencia: "Baila, tu ira y tus alegrías. Baila y haz callar las armas. Baila, baila, baila". El 4 de enero de 1995 el contubernio de las corporaciones petroleras acabaron con este líder ogoni, un día para la memoria de este pueblo, un día para recordarnos también a todas las personas del primer mundo que con cada gota de petróleo que consumimos contribuimos al terror que imparten las empresas explotadoras del oro negro de la muerte. Una lectura que no deja indiferente y que pone de manifiesto el compromiso y la profesionalidad del autor por lo bien documentado que está todo el libro.

Centenares de toneladas de petróleo, junto a otras sustancias potencialmente tóxicas, se descargan ene el Delta del Niger con las aguas residuales vertidas por las corporaciones petroleras según afirma Amnistía Internacional.

Modificado
09/02/2017

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