Superficiales, advierte que internet nos idiotiza

¿Google nos vuelve estúpidos?, Nicholas Carr condensó así una de las críticas a la sociedad de la tecnología de la información. Su libro Superficiales ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes? es una obra esencial para ser críticos frente al frenesí informativo en el que vivimos a través de móviles, tablets, PC, televisión, etc. que junto con la Red (internet) nos está configurando a su propia imagen. Es cierto que estamos volviéndonos más hábiles para manejar y ojear superficialmente la información, pero a costa de ser menos capaces de concentración, contemplación y reflexión. Este libro ha sido escrito para ayudarnos a cambiar nuestro modo de entender y aprovechar las nuevas tecnologías. El propio autor reconoce que no es fácil librarse de la atracción que nos ejerce la Red. Sin embargo, sus palabras son imprescindibles. A continuación explicitamos algunas ideas que creemos esenciales de este libro absorbente y perturbador.

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Título original: The Shallows. What the Internet is Doing to Our Brains?
Autor: Nicholas Carr
Editorial: Santillana Ediciones Generales
Colección: Taurus Pensamiento
Madrid, 2010.

A medida que externalizamos la resolución de problemas y otras áreas cognitivas a nuestros ordenadores, vamos reduciendo la capacidad de nuestro cerebro para construir estructuras estables de conocimientos que luego puedan aplicarse a nuevas situaciones. Cuando más inteligente sea el ordenador, más tonto será el usuario. Esta afirmación es el resultado de estudios realizados por el investigador holandés Christof Van Nimwegen en 2003. Otros expertos señalan - como afirma otro investigador, Culkin -  "nosotros programamos nuestros ordenadores y, posteriormente, ellos nos programan a nosotros".

Como medio universal, como extensión sumamente versátil de nuestros sentidos, nuestro conocimiento y nuestra memoria, el ordenador conectado a la Red es un amplificador neuronal de un alcance particularmente grande. Sus efectos adormecedores son igualmente fuertes. Norman Doidge explica que el “ordenador extiende las capacidades de procesamiento de nuestro sistema nervioso central; y durante es proceso también lo altera. Los medios de comunicación electrónica son tan efectivos en al alteración del sistema nervioso porque ambos funcionan de manera similar, son básicamente compatibles y pueden vincularse con facilidad”. Gracias a su plasticidad, el sistema nervioso “puede aprovecharse de esta compatibilidad de combinarse con los medios de comunicación electrónicos, construyendo un sólo sistema más grande".

Ahora que hemos entrado en la era de los ordenadores, sin embargo, nuestro talento para conectar con otras mentes ha tenido una consecuencia no deseada. La hiperactividad crónica de las regiones del cerebro implicadas en el pensamiento social - escribe el Jason Mitchell, jefe del Laboratorio de Cognición Social y Neurociencia Afectiva de Harward - nos puede llevar a percibir mentes donde no las haya, incluso en “objetos inanimados”. Además, cada vez hay más pruebas de que nuestro cerebro tiende por naturaleza a imitar el estado de las otras mentes con las que se relaciona, tanto si estas mentes son reales como si son imaginarias. Esta “imitación” neuronal ayuda explicar por qué nos cuesta tan poco atribuir características humanas a nuestros ordenadores, y características de los ordenadores a nosotros mismos.

Una serie de estudios psicológicos realizados en los últimos veinte años ha revelado que después de pasar algún tiempo en un entorno rural tranquilo, cerca de la naturaleza, las personas muestran mayor atención, una memoria más fiel y una cognición mejorada. Sus cerebros se vuelven más tranquilos y más nítidos. Ya no tienen que sobrecargar sus memorias de trabajo transformando una corriente de distracciones de abajo hacia arriba como sucede en la tumultuosa vida actual, llena de estímulos de todos los medios de comunicación digital. El estado contemplativo resultante fortalece nuestra capacidad para controlar la mente. Los estímulos de la Red, como los de la ciudad, pueden ser vigorizantes, estimulantes. No queremos renunciar a ellos. Pero también son una agotadora y constante distracción capaz de acallar el pensamiento más tranquilo. El pensamiento profundo requiere de una mente tranquila, atenta. También la empatía y la compasión.

Un test de usabilidad para webs (woorank.com) afirma sin tapujos que ésta web que estás leyendo usa un lenguaje "universitario" y que la mayoría de gente no podrá entenderla. Nos recomienda usar un lenguaje básico y frases cortas. ¿Sucumbiremos a una nueva idiotez global o podremos mejorar internet?

Algunos autores, en base a diferentes experimentos, señalan que la falta de tiempo para pensar puede minar nuestras bases morales. Pensar que los efectos de la Red pueden contribuir a minar nuestras bases morales puede parecer una afirmación que puede sonar algo atrevida, pero a medida que la Red redibuja nuestro camino vital y disminuye nuestra capacidad para la contemplación también está alterando la profundidad de nuestras emociones y nuestros pensamientos. Un ilustre economista escribía alegremente que “la Web nos permite pedir prestadas capacidades cognitivas al autismo, así como ser mejores informacionívoros”. En la década de 1950, Martin Heidegger señaló que la amenazante “marea de la revolución tecnológica podría cautivar, hechizar, deslumbrar y seducir al hombre hasta tal punto que el pensamiento calculador algún podía pudiera llegar a aceptarse y practicarse como la única manera de pensar”. Nuestra capacidad para embarcarnos en el “pensamiento medidativo”, que para Heidegger era la esencia misma de nuestra humanidad, podría convertirse en una víctima del progreso más atolondrado.

 

Modificado
09/02/2017

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